Sociedad

Francisco se mueve por Roma sin escolta y prepara la reforma de la Curia

ROMA. Actualizado: Guardar
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El Papa volvió a dar ayer una sorpresa, aunque ya casi es rutina que lo haga, al presentarse sin escolta en la visita a un centro para refugiados en el centro de Roma. Francisco apareció con el Ford Focus azul que usa últimamente, tras renunciar a los coches de lujo, con la única compañía del chófer y del jefe de la Gendarmería vaticana, Domenico Giani, que iba de copiloto. Pero no le precedía ni seguía ningún vehículo de seguridad ni motocicletas de agentes. Tampoco estaba su secretario ni ningún asistente. Simplemente llegó un coche normalísimo y de repente se bajó el Papa, para asombro del centenar de personas que esperaban allí, entre ellos muchos refugiados que hacían la fila del comedor.

Se trata de una nueva ruptura del protocolo y las reglas de seguridad, algo ya visto en el viaje a Brasil en julio, debido a la expresa voluntad del Papa, que quiere estar cerca de la gente y no desea ninguna barrera que le separe de ella. El lugar era teóricamente muy seguro, a cien metros de la casa de Silvio Berlusconi, pero era un acto anunciado y programado. Cuando abrió la puerta del coche la pequeña multitud que aguardaba ante el centro Astalli, gestionado por los jesuitas, comenzó a llamarle. Bergoglio bendijo a una mujer embarazada y luego estrechó un montón de manos.

Conventos vacíos

Luego tuvo un discurso con una frase rompedora más en su ya largo historial: «¿Para qué le sirven a la Iglesia los conventos cerrados? Deberían servir a la carne de Cristo, y los refugiados son la carne de Cristo. Los conventos vacíos no le hacen falta a la Iglesia para transformarlos en hoteles y ganar dinero. No es simple, se necesita criterio, responsabilidad, pero también coraje».

Por la mañana Francisco había presidido un acto que ha despertado mucha expectación. Se trata de una inédita reunión de la plana mayor del Vaticano anunciada la semana pasada. Duró tres horas y fue una primera gran asamblea sobre la inminente reforma de la Curia y el gobierno de la Iglesia, una de las prioridades del Papa y del cónclave que le eligió en marzo. Se cumplen seis meses y llega la hora de la verdad, tras el anuncio del relevo del secretario de Estado, Tarcisio Bertone, la semana pasada. Y en vísperas de que en octubre se reúna por fin el consejo especial de ocho cardenales que Francisco ha nombrado para que emprenda la gran revolución y le asesore.