Opositores egipcios hacen el signo de la victoria en un furgón policial quemado. :: AFP
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Egipto se asoma de nuevo al precipicio

El Ejército advierte de que la situación de violencia y el conflicto entre las fuerzas políticas pueden conducir al «colapso»

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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Con las calles de las principales ciudades egipcias envueltas en la anarquía, desobediencia civil en las localidades donde se ha declarado el estado de emergencia y el toque de queda, y la clase política -Gobierno y oposición- incapaz de llegar a ningún tipo de compromiso, el Ejército ha levantado la voz de alarma. El comandante en jefe de las fuerzas armadas, Abdelfatah el-Sisi, advirtió ayer de que si el conflicto entre las distintas tendencias políticas sigue adelante puede llevar al «colapso» del Estado. Una advertencia que demuestra la delicada situación en la que se encuentra el país, y la impaciencia de la institución que ha gobernado Egipto durante 60 años por el regreso al orden, tanto en las calles como en la esfera política.

En los últimos cinco días, más de 50 personas han muerto y cientos han resultado heridas en enfrentamientos entre manifestantes que se oponen al Gobierno encabezado por el presidente Mohamed Mursi, y las fuerzas de seguridad. El Ejecutivo ha tenido que echar mano del Ejército y de las viejas herramientas utilizadas por el régimen de Hosni Mubarak y declarar el estado de emergencia en las provincias del Canal de Suez, que registraron un mayor grado de violencia. Pero ni siquiera estas medidas drásticas consiguieron calmar los ánimos, y en Suez, Ismailiya y Port Said, los manifestantes no dudaron en desafiar el toque de queda con manifestaciones que evidencian la vulnerabilidad de la autoridad del presidente islamista.

En medio de esta profunda y peligrosa crisis, tanto el Gobierno como la oposición se mostraron tercos en sus posiciones. Los Hermanos Musulmanes, el grupo del que procede el presidente y que controla el Ejecutivo, siguen gobernando como si no necesitaran del resto de fuerzas políticas -cuyo apoyo fue crucial para su elección-, y para el principal grupo de la oposición, el Frente de Salvación Nacional, el boicot sigue siendo prácticamente su única respuesta a toda oferta de diálogo.

La continuación del conflicto político, social y económico que sufre Egipto «llevará a consecuencias graves que influirán en la estabilidad», señaló ayer El-Sisi, que también es ministro de Defensa. El Ejército, que ha sido desplegado en las ciudades del Canal, ha mantenido hasta ahora la prudencia y ha intentado que su sola presencia sirva de disuasión para nuevos actos de violencia, sin recurrir a las detenciones.

El ascenso del Black Bloc

Los manifestantes son también un grupo muy heterogéneo; entre ellos hay oposición legítima, que ha participado activa y pacíficamente desde la revolución; hinchas de los equipos de fútbol, o grupos radicales, como el recientemente formado Black Bloc, que se define como anarquista y cuyo objetivo es utilizar la violencia para «sabotear las instituciones e instalaciones de los Hermanos Musulmanes y derrocar su economía».

Desde su aparición, el Black Bloc ha recibido una gran atención mediática, a pesar de que muchos activistas consideran que la supuesta formación apenas cuenta con un centenar de miembros en todo el país y tiene escaso peso y repercusión. El Estado, sin embargo, ya ha encontrado su nuevo 'enemigo', alguien a quien culpabilizar de lo que no es sino un cóctel de insatisfacciones, promesas incumplidas, impaciencia y, en ocasiones, testosterona adolescente. Ayer, el Fiscal General, nombrado por Mursi, ordenó la detención de los miembros del Black Bloc, que definió como «grupo organizado que lleva a cabo actos terroristas», y pidió investigar su supuesto vínculo con uno de los líderes de la oposición, Hamdin Sabahi.