Sociedad

Carmen Posadas escribe una historia de amos y criados

MADRID. Actualizado: Guardar
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Hubo un momento durante la revolución soviética en que las jerarquías se atenuaron y los miembros de la familia imperial rusa se acercaron a sus criados. En este contexto no fue extraño que las grandes duquesas se enamoraran de plebeyos y la servidumbre mirara con devoción a sus señores. Esta quiebra de las barreras sociales inspira la última novela de Carmen Posadas, 'El testigo invisible' (Planeta), una historia que muestra cómo la dinastía de los Romanov afronta su declive. «No me invento nada. Cuando empezaron a convivir todos en la misma casa se produjo un naufragio, se difuminaron las jerarquías y se creó una relación más cercana entre los criados y los amos», dice la escritora.

'El testigo invisible' cuenta la historia de Leonid Sedned, un niño que pasa a formar parte de las huestes de los deshollinadores de palacio, un cuerpo integrado generalmente por niños que, por su escasa corpulencia, podían moverse con mayor holgura entre las tuberías. Como criado que pasa desapercibido por sus señores, Sedned es testigo privilegiado de las conversaciones y escenas de la familia imperial. Siente más que devoción por las grandes duquesas, especialmente por María, a quien ama hasta su muerte. «Los señores hablan y dicen cosas de los criados como si ellos no estuvieran. Siempre ha sido así», aduce la novelista.

Carmen Posadas ha prestado especial atención al papel que desempeñó Rasputín en el ocaso de los Romanov. Según la autora, la muerte del místico y santón fue mucho más rocambolesca de lo que se cree. Los servicios secretos británicos eran los primeros interesados en que los rusos no abandonaran la I Guerra Mundial y dejasen desguarnecido el frente europeo. De ahí que tutelaran una conspiración para asesinar a Rasputín, quien ejercía un notable ascendente sobre la zarina y que siempre se opuso a la participación en la contienda.