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Fútbol y nacionalismos

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Sabido es que la hiedra nacionalista no es capaz de sostenerse por sí misma. Desde los primeros albores de nuestro proceso civilizador buscó y encontró siempre el apoyo del sentimiento religioso para crecer y extenderse, como esas plantas trepadoras que se valen a tal fin de los troncos de los árboles. Ambos sentimientos conformaron esa terrible pareja que, transmitiéndose recíprocamente el veneno de sus savias, ha escrito las más sangrientas páginas de nuestro paso por este mundo.

Desde que tenemos noticias de nosotros mismos, ambos sentimientos alimentaron a las más depravadas ambiciones y justificaron las más terribles masacres, cometidas, según ellos, en defensa de la Patria y de los Dioses del momento. También en esta tierra nuestra sabemos de qué manera unieron ambos sus poderes para crear esta nación que llamamos España.

Durante siglos, el nacionalismo español (legítimo hijo de la exitosa expansión castellana) y religión católica fueron, pues, el martillo y el yunque que, bien alimentados por la codicia de las diferentes familias monárquicas, brazo necesario e implacable del herrero, aplastaron a quienes asidos a los suyos no transigían con el fanatismo del Credo de Roma (moriscos y judíos) y, si no con las armas con el yugo del matrimonio, sometieron al proyecto nacional, con la excepción de Portugal, al resto de los reinos peninsulares.

Ahora, con una monarquía que ha aceptado su esterilización política a cambio de no ver menoscabado el disfrute de los placeres de vida, y con una religión debilitada cuyo Dios, por no hablar de sus ministros terrenales, parece no encontrar respuesta ante las nuevas exigencias y urgencias de los tiempos que vivimos, el nacionalismo se ha topado en el fútbol con ese otro sólido muro en el que arraigar y fortalecerse, dándose situaciones paradójicas como que desde Madrid se alerte contra el demonio del nacional-futbolismo catalán del Barça por defender aquello que en su caso se vende como virtud, máxime cuando los grandes éxitos internacionales del fútbol español, cuyo papel hasta tiempos recientes había sido en todas las competiciones de simple comparsa, estén siendo protagonizados por la filosofía deportiva y el buen hacer sobre el césped de futbolistas en su mayor parte formados en la Masía.