La psicóloga y escritora Liz Murray, autora de 'Quemar la noche'. :: R. C.
Sociedad

«Al principio no era consciente de que dormía en la calle»

Liz Murray Psicóloga y escritoraLa joven de 16 años que pasó de ser una 'sin techo' a estudiar en Harvard publica en España sus memorias

MADRID. Actualizado: Guardar
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Tiene solo 31 años, por eso parece imposible que ya haya vivido tanto. Desde pequeña vio cómo sus padres se drogaban, de hecho muchas veces «tenía que bañar a mi madre porque ella sola no podía hacerlo», afirma.

Con seis años, consciente de que si no llevaba la comida a casa no lo haría nadie, trabajó empaquetando las compras de los demás en un supermercado a cambio de alguna propina. Pero no siempre se sacaba lo suficiente, así que mendigaba comida o engañaba al estómago con pasta de dientes o bálsamos labiales de sabores.

A los 16 años, Liz Murray se dio cuenta de que estaba viviendo en la calle y quiso cambiar su vida. Lo más difícil, como cuenta en sus memorias, renunciar a dormir un día entero en una casa, calentita, para ir al instituto: una tentación que no tenía cuando pasaba la noche en el metro o en el rellano de unas escaleras.

Pero con su esfuerzo y una beca de 'The New York Times' Liz se matriculó en Harvard, donde se licenció en Psicología. En 2003, su vida fue llevada al cine en el filme 'Homeless to Harvard'. Ahora su libro, 'Quemar la noche', se publica en España.

-Con dos padres drogadictos, llegó un momento en que usted se convirtió un poco en la madre de ellos. ¿No es así?

-Mi padre, cuando se colocaba, se quedaba desconectado de todo. Y en el caso de mi madre, por ejemplo, las drogas, unidas a su ceguera, su discapacidad mental y el VIH crearon momentos muy difíciles en la familia. En ocasiones, yo tenía que bañarla porque estaba demasiado intoxicada para hacerlo ella misma, por la calle le daba la mano por miedo a que saliera a la carretera. Así que sí, en cierto modo me convertí en su madre. Pero les amaba a los dos y me hice cargo de ellos siempre que lo necesitaron.

-¿Cómo ha logrado no culparles de todo lo que pasó?

-Mis padres me querían mucho y casi siempre lo viví así. Es verdad que mucha gente no entiende que no les guarde rencor cuando su actitud fue tan negligente, pero mis padres no tenían más que dar. Si yo no comía un día, mi madre no había comido durante dos. Si necesitaba un abrigo nuevo, solo tenía que mirar las zapatillas que llevaba mi padre llenas de cinta adhesiva. Ellos siempre me enseñaron que la gente no puede dar lo que no tiene.

-Así que con 6 años pensó que sería sencillo encontrar trabajo. ¿Cómo se le ocurrió esa idea?

-Cuando dejó de haber comida en casa y fue evidente que mis padres no iban a traerla solo pensé en que tenía que hacer algo. Entonces me acordé de que en uno de los paseos junto a mi padre había visto cómo en el supermercado había gente que metía la compra en las bolsas a cambio de propinas. Lo tenía claro, haría eso hasta que juntara dinero para comprar comida. Repetí varias veces porque tenía hambre. Solo hacía lo necesario para sobrevivir.

-Hambre de comida, de conocimiento y de oportunidades. ¿Cuál era la que más sentía y cuál la más difícil de saciar?

-La de oportunidades. Luego, como mi padre recogía libros de la basura y no devolvía los de la bibliotecas públicas, tenía montones para leer. También estaba hambrienta de conocimiento y siempre encontré la manera de aprender. Sin embargo, la más difícil de saciar era la de comida. Hubo momentos en que tenía tanta hambre que me dolía muchísimo el estómago.

-¿Qué se hace en esos momentos?

-A veces mi hermana y yo llamábamos a las puertas de los vecinos para pedirles las sobras. Otras, comíamos sandwiches de mahonesa, cubitos de hielo, pasta de dientes y hasta bálsamos labiales con sabor.

-Y de un día para otro se encontró durmiendo en la calle. ¿Cómo lo vivió?

-Al principio ni siquiera era consciente de que era una 'sin techo'. La mayoría de las noches pensaba que estaba rompiendo la noche, como se dice en el Bronx cuando se pasa la noche en vela hasta el amanecer. Además, estaba con mis amigos. Después, te quedabas dormido en el metro, en un parque o en casa de alguien.

-Hasta que los padres de sus amigos no le permitieron quedarse.

-Efectivamente. Fue en esas noches cuando me di cuenta de que no tenía un hogar a donde ir. Eran noches en las que pasaba frío, miedo y estaba sola.

-Y de las calles a Harvard. ¿Qué es para usted el fracaso?

-Cuando renunciamos completamente a nuestros sueños.

-Con todo lo que ha vivido, ¿hay algo que le asuste ahora?

-Sí, a menudo. Pero si algo he aprendido es que cuando afronto un reto que me da miedo es porque lo que quiero alcanzar me importa de verdad. Así que cuando siento temor me fijo en la meta y me entusiasmo con ella. La mayoría de las veces, al hacer esto, me doy cuenta de que he superado el miedo y que estoy preparada para afrontar lo que sea.