Sociedad

La crisis no ha podido con ellos. España recibió 8 millones de cruceristas en 2011, pero el accidente del 'Costa Concordia' amenaza un sector en auge

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Trescientos metros, lo que mide la Torre Eiffel sin contar su antena. Esa es la eslora del 'Costa Concordia', el navío que encalló el fin de semana en la costa italiana, y de las embarcaciones destinadas a crucero que figuran en las listas de espera de algunos de los principales astilleros. Los encargos realizados por las grandes empresas del sector, casi todas ellas en manos de capital estadounidense, ponen de manifiesto dos cosas: que la industria del crucero funciona viento en popa (hay que recordar que un barco como el 'Costa Concordia' cuesta unos 400 millones de euros) y que una de las claves para obtener el máximo beneficio es hacer embarcaciones capaces de acoger a miles de pasajeros.

De lo primero dan fe las cifras de Puertos del Estado sobre la evolución del tráfico de pasajeros de cruceros en España: de los dos millones registrados en 2000 se ha pasado a los ocho millones del año pasado, lo que significa todo un récord. La espectacular evolución habla a las claras del 'boom' que ha experimentado el sector en nuestro país. «Es bastante revelador -precisa un portavoz de Puertos del Estado- que el año en que la crisis tuvo su mayor impacto, 2008, el tráfico de cruceros en España creciese un 18%. Eso quiere decir que sigue habiendo demanda incluso en un contexto de desaceleración generalizada».

El crucero en su concepción actual -una singladura de una a dos semanas de duración con escalas y a un precio cerrado- tiene su origen en Estados Unidos, donde a día de hoy se concentra el grueso de la industria del turismo marítimo. Hasta hace no muchos años la oferta en Europa era muy limitada y orientada además a un segmento de la población muy reducido. «Existía la idea de que irse a un crucero era embarcarse en un buque de superlujo en la línea del 'Queen Mary' o el 'Quen Elizabeth', algo inasequible para la mayor parte de la población», reflexiona Jorge Leturia, un profesional con larga experiencia en el mundo del turismo.

La ampliación de la oferta trajo consigo un sensible descenso de los precios. La 'democratización' del turismo de crucero, un fenómeno que dio sus primeros pasos en los años noventa, se consolidó la pasada década. La feroz competencia que se entabló entre las grandes navieras por hacerse con un trozo del nuevo y apetitoso pastel hizo que las tarifas se volviesen atractivas para una parte de la población que hasta entonces nunca se había planteado pasar las vacaciones en un barco. «Al principio costó vender el producto porque en general el cliente es reacio a las novedades, pero las cosas cambiaron con el paso del tiempo y a día de hoy te encuentras españoles en los cruceros más insospechados», cuenta Leturia. En efecto, España es ya el cuarto país europeo con más cruceristas (unos 600.000 al año) por detrás del Reino Unido (1,6 millones), Alemania (1,2 millones) e Italia (890.000).

Pero donde en realidad ha adquirido importancia el sector del crucero es en el volumen de turismo que atrae. Se calcula que cerca del 14% de los más de 54 millones de turistas que visitan anualmente España lo hacen a través de una de estas embarcaciones. El dato no es baladí, ya que un crucerista deja por término medio unos 70 euros por día en cada escala. La cantidad se multiplica por tres cuando en vez de un puerto de escala hablamos de un puerto base, es decir, origen o destino de la travesía. «En estos casos lo normal es que el pasajero pase una o dos noches en algún alojamiento de la ciudad con el consiguiente gasto en alimentación o en compras varias para el crucero».

Menos días

El crucerista es, por lo tanto, una pieza que cotiza al alza en el cada vez más disputado mercado del turismo. Ciudades como Barcelona se han situado en una posición privilegiada. La capital catalana, que empezó su coqueteo con los cruceros durante las Olimpiadas de 1992, se ha consolidado como primer puerto europeo con más de 2,4 millones de pasajeros el año pasado. Basta darse una vuelta en verano por los atestados muelles de la ciudad condal para corroborarlo. Baleares ocupa el segundo puesto en cuanto a recepción de cruceros, seguido ya a distancia por Málaga, Cádiz y Valencia. Los puertos de la fachada mediterránea son los más beneficiados por el fenómeno. «Se tiende a una reducción de la duración de los cruceros para hacerlos aún más atractivos desde el punto de vista económico y eso ha beneficiado a los puertos del Mediterráneo, que han tenido un fuerte aumento de visitantes», detallan desde Puertos del Estado.

Las islas del Atlántico (Canarias, Madeira y Azores) constituyen la única alternativa al Mediterráneo por su proximidad a Europa y sus condiciones climáticas. No es extraño que Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas figuren entre los principales puertos europeos de cruceros. Mediterráneo y Canarias, en definitiva, acaparan el 70% del tráfico de cruceristas que recalan en nuestro país. El crecimiento en los últimos años ha situado a España como tercer receptor europeo de cruceros por detrás de Italia y Grecia. «Si seguimos creciendo al ritmo de la última década, muy probablemente los desbancaremos no dentro de mucho», aventuran con optimismo desde la administración de puertos.

Entre los profesionales del turismo las expectativas no son tan luminosas. Se teme que el accidente del 'Costa Concordia' termine pasando factura. «Algunos de los mejores clientes de los cruceros son personas que eligen el barco porque tienen fobia al avión y está claro que lo del 'Costa Concordia' nos va a hacer daño ahí», cuenta la responsable de otra agencia de viajes. ¿Y cuál ha sido el secreto del 'boom' del crucero de los últimos años? «El precio asequible y el buen sabor de boca que queda entre los clientes que prueban», responde sin dudarlo la profesional. Las ofertas de las navieras permiten realizar cruceros de una semana con todo incluido por cerca de 500 euros. «Es un producto asequible, en especial si se va con niños, ya que los menores de 16 años viajan gratis siempre que se comparta el camarote con los padres». A ello hay que añadir que las familias disponen de un servicio, muchas veces gratuito, de animadores que se encargan de entretener a los más pequeños o de menús a la carta o bufé libre, prácticamente las 24 horas del día, donde abundan los platos de pasta, pizza, ensaladas y perritos calientes.

La oferta de los cruceros de última generación apabulla. Ya no bastan las piscinas, las macrodiscotecas o los campos de tenis. Lo último es dotar a los barcos de instalaciones como pistas de patinaje sobre hielo.

Los cruceros han desplazado destinos como el Caribe, hasta hace unos años muy demandados sobre todo en fechas invernales. «El crucero convive en invierno con destinos como Canarias y tiene un público fiel porque el grado de satisfacción suele ser muy alto. Eso sí, hay gente que no lo acepta no tanto por el mar sino porque el tiempo para las escalas suele ser muy limitado».