ENMIENDAS AL PARADIGMA

Libertad

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Posiblemente constituya un hecho cierto que las palabras más usadas terminan siendo las más vacías, las más inútiles para elaborar discursos socialmente compartidos, capaces de concitar deliberación y acuerdos. Con la palabra libertad, uno de los tres o cuatro conceptos fundamentales sobre los que (supuestamente) pivota nuestro modelo social, ocurre que de tanto usarla ha terminado siendo un comodín sin apenas significado, vacío, disponible como vehículo de los más diversos y contradictorios significados. Y así, hay quienes aprovechan ese bello y prestigiado envase para ofrecernos género de garrafón, muy del gusto de gente apresurada y con escasa exigencia ante contenidos adulterados.

De ahí que no haya despertado especial recelo el uso perverso que estos días (estos días de plomo y cenizas) se hace de la palabra libertad. Así, al presidente de los empresarios españoles (que al parecer andan siempre escasos de libertad) le hemos oído decir: 'Queremos que la contratación sea totalmente libre'. Lo que, en su boca, y ateniéndonos a un rudimentario análisis histórico-social-político del término, quiere decir: Nosotros, los creadores de riqueza, los únicos que tenemos iniciativa, los emprendedores, los que movemos el mundo, los que damos de comer a tantas bocas., queremos tener las manos totalmente libres para disponer de ese vasto ejército de quienes no tienen iniciativa y nada emprenden, los meros receptadores de riqueza, los que se ganan la vida por cuenta ajena, esos trabajadores que tanto abundan y que, por eso mismo, y según la ley de la oferta y la demanda, deberían aceptar agradecidos ocurrencias nuestras como el minijob.

Estos adalides de la libertad puede que oyeran en algún momento que el problema de la economía antieconómica que padecemos es un problema de desigual distribución, de mal reparto de la riqueza. Y puesto que el trabajo (riqueza plebeya) está mal repartido, quieren actuar con justicia y eficiencia: un pedacito para cada uno, todos contentos y dispuestos a lo que sea (cultura del esfuerzo) por hacerse cada cual con su pedacito.

A Urdangarin le aconsejó el rey que dejara de trabajar por cuenta propia y lo hiciera por cuenta ajena, a lo que el noble joven se resistió con nobleza, pues se había acostumbrado a emprender con las manos totalmente libres. Coincide con el ahogo del presidente de los empresarios ante la falta de libertad.