Miles de norcoreanos se concentraron a los pies de la figura de Kim Il-Sung en Pionyang para llorar la pérdida de su líder. :: APTN / AP
MUNDO

Adiós al último dictador estalinista

Corea del Norte llora la muerte de Kim Jong-Il mientras los países vecinos temen por los planes del nuevo y desconocido heredero

SHANGHÁI. Actualizado: Guardar
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Solo su propia fatiga ha podido con Kim Jong-Il. Durante un agotador viaje en tren -nunca volaba-, el dictador norcoreano sufrió un ataque al corazón, y murió. Sucedió el pasado sábado a las 8.30 de la mañana, cuando tenía 69 o 70 años -no hay certeza sobre su fecha de nacimiento-, pero hasta ayer no se supo nada. Después de que diferentes medios de comunicación lo dieran por muerto en multitud de ocasiones a lo largo de los últimos años, sobre todo tras haber sufrido una embolia en agosto de 2008, solo una fuente podía confirmar la defunción del último líder estalinista. Ataviada con un tradicional 'hanbok' negro e incapaz de contener las lágrimas, fue una presentadora de la cadena estatal KCTV la encargada de certificar el fallecimiento del Querido Líder.

En cuestión de minutos los norcoreanos llenaron las calles de lágrimas perfectamente orquestadas, mientras sus hermanos del sur descorchaban botellas de champán. «Es un gran momento», aseguró Youson Gang, residente en Seúl. «Se abre una ventana de esperanza. Hay que buscar ahora el fin de esta guerra sin sentido que nos separa. Confío en que sea el comienzo de un proceso de reunificación como el de Alemania», matizó.

Desde 1948, la península de Corea está dividida en dos por el paralelo 38: al norte reina el comunismo de la dinastía que fundó Kim Il-Sung, el Gran Líder; y al sur se desarrolla un capitalismo neoliberal que ha dado como fruto un país gobernado por gigantescas corporaciones. Técnicamente ambas naciones están en guerra, ya que en 1953 solo se firmó un armisticio que pone punto y seguido al único enfrentamiento que sigue vivo desde la Guerra Fría. «Con el fin del dictador se debería de abrir una nueva era», apostilló Gang. El secretario de Asuntos Exteriores británico, William Hague, se manifestó en líneas similares: «Este podría ser un punto de inflexión para el país. Esperamos que el nuevo dirigente comprenda que la interacción con la comunidad internacional es la mejor vía para mejorar la vida de su población, y animamos a Corea del Norte a que continúe con las conversaciones a seis bandas para lograr la desnuclearización de la península».

Pero no todos comparten este entusiasmo. La muerte del déspota, que ha mantenido a sus 25 millones de súbditos aislados del mundo exterior y coqueteando siempre con el hambre, puede ser también el comienzo de una época de incertidumbre e inestabilidad. No en vano, preocupa la capacidad nuclear y el belicismo del que Corea del Norte ha hecho gala en muchas ocasiones. Muestra de ello es la velocidad a la que ayer, a pesar de que el Gobierno pidió a los habitantes que continuasen con sus quehaceres habituales, Seúl puso en máxima alerta a sus tropas. Incluso se informó del posible lanzamiento de un misil por parte de Pyongyang aunque no se registraron movimientos en el norte. Por su parte, el primer ministro nipón, Yoshihiko Noda, canceló un discurso para crear un gabinete de crisis con gran premura. Al otro lado del Pacífico, el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, aseguró que el presidente Obama había sido notificado y que estaba prestando «gran atención» a toda la información procedente de Corea del Norte. «Estamos comprometidos con la estabilidad en la península», añadió.

Caída de las Bolsas

Pero esta aseveración, importante si se tiene en cuenta que Estados Unidos es la potencia que equilibra la balanza de poder en la región, no calmó a los mercados asiáticos, que cerraron la sesión en rojo. El índice bursátil surcoreano, Kospi, perdió un 3,4%, y la divisa del país, el won, llegó a caer frente al dólar hasta niveles de hace dos meses. Porque, aunque todo apunta a que será su tercer hijo, Kim Jong-Un, quien tome ahora la batuta -fue nombrado director del funeral que se celebrará el próximo día 28-, el vacío informativo sobre sus planes provoca zozobra entre los vecinos.

Y los primeros indicios no son halagüeños: la embajada de Corea del Norte en Pekín anunció que no tiene intención de conceder visados a periodistas extranjeros, y Pyongyang tampoco contará con la presencia de mandatarios extranjeros durante las exequias. Además, otra de las incógnitas es si el tercer Kim cuenta con el apoyo suficiente en el seno del Partido de los Trabajadores y entre los militares. No obstante, nadie duda de que China, el gran aliado del déspota, tenga en sus manos la llave.