Editorial

Victoria responsable

Rajoy se convierte en presidente detodos en una hora difícil y decisiva parael futuro y bienestar de los españoles

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La arrolladora victoria obtenida por Mariano Rajoy dejó ayer al PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba con el peor resultado de su historia y solo permitió el afianzamiento de CiU como tercera fuerza, el más que notable ascenso de IU, la irrupción de Amaiur en las Cortes y el incremento de la representación de UPyD hasta obtener grupo propio. La alternancia tiene lugar en unas circunstancias especialmente difíciles para liderar desde la política el rumbo económico y social del país, lo cual explicaría la bajada de la participación respecto a 2008. El PP venció ayer movilizando a su electorado frente a la inhibición de buena parte de los votantes que el socialismo intentaba retener. El panorama resultante no tiene precedentes, puesto que ninguna formación ha contado en democracia con el poder que manejarán los populares durante los próximos cuatro años desde la administración central, desde los Gobiernos autonómicos y desde las alcaldías locales. En otras circunstancias, el resultado de ayer hubiese legitimado a Mariano Rajoy a afrontar la crisis de nuestra deuda soberana en el contexto europeo sin recurrir necesariamente al acuerdo con las demás fuerzas parlamentarias. Pero la gravedad de la situación no exime al partido en el Gobierno de procurar el más amplio entendimiento en materia económica, ni permite a la formación derrotada, en gran medida a causa de esa crisis, eludir su cuota de responsabilidad. Con una matización: que esta vez el deseable consenso no representa un valor superior a la urgencia con la que han de adoptarse medidas claras y eficaces.

Junto a los socialistas, el éxito electoral de CiU sitúa a la formación liderada por Mas y Duran i Lleida como un interlocutor relevante para el nuevo Gobierno ante las reformas que sea necesario impulsar. Las primeras elecciones libres de la amenaza terrorista han sido ventajosas para la izquierda abertzale, algo que puede resultar descorazonador para quienes se han visto perseguidos a causa de sus ideas, pero que refleja la diversidad de un mosaico -el vasco- complicado de engarzar en la España constitucional que es otro de los retos que tiene ante sí Mariano Rajoy. La acumulación de poder en manos del PP exige, más que nunca, una oposición sólida y coherente. Los socialistas tienen ante sí la difícil tarea de digerir una derrota sin paliativos que abre la incógnita sobre su liderazgo futuro sin que puedan inhibirse, ni siquiera durante un instante, de las responsabilidades que les atañen no solo por la representatividad que ostentan sino por el hecho de que han gobernado durante los ocho últimos años. De ahí que el PSOE precise encontrar cuanto antes un punto de equilibrio entre la contestación al Gobierno de Rajoy y la coincidencia en aquellos temas que resultan cruciales para el futuro de los españoles.

El discurso templado con el que Rajoy asumió ayer su nuevo papel, con su llamada a la búsqueda de una salida «entre todos», requerirá avances concretos desde hoy aunque nadie espere «milagros». Rajoy tiene razones para sentirse presidente de todos los españoles y las urnas le han emplazado a actuar como tal. Lo que precisará de la reciprocidad no solo de quienes ocupen los escaños de la oposición; también de cuantas organizaciones y personas ostentan responsabilidades en el ámbito económico. Aunque antes que nada el nuevo presidente de Gobierno deberá ser el líder efectivo e indiscutible de todas las instituciones que se encuentran al mando del Partido Popular.