Editorial

Elecciones en crisis

Las turbulencias que afectan a la economía española condicionarán cada día de la campaña a los candidatos a gobernar tras el 20-N

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La disolución anticipada de las Cortes Generales, formalizada ayer por Rodríguez Zapatero, pospone la conformación del nuevo gobierno para dentro de dos meses. Un tiempo de interinidad excesivo desde que el pasado 29 de julio el presidente anunciara la convocatoria de los comicios generales. La agenda electoral ha hecho coincidir los intereses socialistas de una prórroga de legislatura propicia para apuntalar al candidato Rubalcaba con la paciente aproximación de Rajoy a la fecha en que podría hacer realidad la alternancia. Las semanas que restan de campaña no van a suspender los acontecimientos de la economía global. Es posible que, como ayer sugiriera el presidente Zapatero, al gobierno le toque «asumir sus funciones» adoptando medidas que deberían contar por lo menos con el plácet del PP. Resulta paradójico que, cuando el actual gobierno se ha acercado al final de su mandato y el primer partido de la oposición acaricia la probabilidad de sustituirlo, la confrontación partidaria se rebaja y da paso a un sentido compartido de responsabilidad respecto a la marcha de la economía. Es algo que no solo responde a las exigencias de la incertidumbre financiera que atenaza a la zona euro. Tampoco refleja únicamente las conveniencias de una estrategia electoral que invitaría a los populares a atemperar su tono crítico para evitar un movimiento reactivo del voto socialista. Por encima de todo denota hasta qué punto los populares han tomado conciencia de que la próxima legislatura nacerá tan lastrada por la crisis y las turbulencias que ayer Mariano Rajoy no pudo más que apelar al esfuerzo colectivo de todos los españoles. Ni siquiera se mostró en condiciones de adelantar si, en caso de ganar el 20-N, su gobierno optaría por una mera prórroga de los presupuestos de este año o se dispondría a elaborar unas nuevas cuentas para 2012. Es cierto que, como Rajoy advirtió, quien salga victorioso recibirá «una herencia difícil de gestionar». Pero también lo es que los verdaderos desafíos se encuentran en las flaquezas del euro y en las debilidades de la Unión.