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Dinamarca se asoma a un vuelco electoral por los ajustes financieros

La extrema derecha podría perder votos por su apoyo a los recortes a cambio de endurecer las leyes migratorias

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Más de cuatro millones de daneses acudirán hoy a las urnas sumidos en la incertidumbre de quién será su próximo gobernante. Por primera vez en diez años, los sondeos pronostican una batalla ajustadísima entre la derecha y la izquierda que podría dar al traste con la hegemonía del bloque conservador y catapultar a una mujer a la cúspide del Gobierno.

El triunfo de la coalición socialdemócrata rompería la férrea implantación del centroderecha en Europa y, más concretamente, en el norte del continente, donde el ascenso de las formaciones populistas parecía imparable al calor de la crisis. Tal es su fuerza que en no pocos parlamentos disponen de la llave del poder, que prestan con alborozo a quien les prometan una oposición tenaz a la inmigración.

Dinamarca, gobernada por una gran alianza de liberales y conservadores con el respaldo del nacionalista Partido Popular danés, no es ajena a esta realidad que ahora parece dispuesta a rectificar. No en vano, el primer ministro, Lars Loekke Rasmussen, que opta a la reelección por el Partido Liberal, se ha apresurado a rechazar una futura coalición con los extremistas, que se ven abocados a una pérdida de votos considerable por vez primera desde su surgimiento como fuerza política en 1995.

Ahora bien, su descalabro no demuestra el rechazo a sus tesis, sino el hartazgo de la población por las rencillas que han lastrado la labor del Ejecutivo y por el fervor retórico de sus líderes. De hecho, la oposición parece haber asumido algunas de las leyes migratorias ya aprobadas con amplio apoyo social, y se ha comprometido a estudiar concienzudamente cualquier cambio.

La ligera ventaja que prevén las encuestas a la izquierda es, paradójicamente, descorazonadora para la principal fuerza de la coalición opositora, el Partido Socialdemócrata. Helle Thorning-Schmidt, su candidata, es afable y fotogénica, pero no ha conseguido restañar la hemorragia de votos que previsiblemente irán a parar al Partido Radical Liberal y a 'rojiverdes'. También caerá su socio tradicional, el Partido Socialista Liberal. El menoscabo de la derecha es más fácil de comprender tras una legislatura marcada por el descontento y la indignación a propósito de las medidas adoptadas para reducir el impacto de la crisis en las finanzas públicas. Dinamarca apenas posee recursos naturales, pero ha estado abierta al comercio y cuenta con una economía puntera de servicios que le ha procurado un Estado del bienestar muy generoso en sus prestaciones.

Duro peaje

La caída de la recaudación fiscal y el aumento del déficit público llevaron al Gobierno a presentar como ineludible un ajuste encaminado a salvaguardar la red de protección social, lo que desató desavenencias y tiranteces en el seno de la propia coalición gubernamental. Con todo, el Parlamento sacó adelante hace unos meses un paquete de reformas que incluye el endurecimiento de la concesión de ayudas públicas y la eliminación progresiva del sistema de prejubilaciones.

Aunque el índice de desempleo -6,1%- se mantiene por debajo de la media comunitaria y los datos macroeconómicos hacen palidecer más si cabe a los de la Europa mediterránea, las medidas de ajuste y la aprobación de un costoso rescate bancario suscitaron un gran resquemor que ha eclipsado las simpatías que genera el endurecimiento de las leyes migratorias.

El momento culminante de la sumisión de la coalición gubernamental al Partido Popular se constató en mayo, cuando Copenhague anunció que restablecería los controles aduaneros. Fue el peaje que el primer ministro pagó a regañadientes a los extremistas y que mereció acres censuras en la Unión Europa. Con anterioridad, el Gobierno introdujo un 'sistema de puntos' para inmigrantes y modificó las leyes matrimoniales a fin de prohibir que uno de los contrayentes sea menor de 24 años, algo habitual en las parejas musulmanes.

Las medidas han hecho mella en la reputación liberal y tolerante del país, y amplios sectores las consideran una intromisión inadmisible del Estado en la vida privada de los ciudadanos. Aunque Thorning-Schmidt, la candidata socialdemócrata, las ha tildado de demasiado duras, su campaña se ha centrado en objetar las políticas económicas de la Administración.

Rasmussen, el candidato del principal partido de la derecha, tomó el testigo de su antecesor, el actual secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, en 2009, y desde entonces ha arrastrado la rémora de ser juzgado en comparación. Durante los últimos meses se había resistido a adelantar los comicios por miedo a perderlos, pero en la recta final ha logrado eliminar el trecho de ventaja que las encuestas concedían a su competidora. Así y todo, si se mantiene fiel a la promesa de no pactar con la extrema derecha, le será muy difícil conservar el Gobierno.