Opinion

La violación como arma de guerra

Hay una orden de arresto para Gadafi y alguno de sus cómplices, pero han sido muy escasas las voces de la sociedad civil a la hora de denunciar este tipo de prácticas

PERIODISTA Y ESCRITORA Actualizado: Guardar
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El coronel Gadafi no ha querido ser menos que otros denostados dictadores recurriendo a la violación masiva de mujeres como arma de guerra repartiendo entre sus hombres un medicamento similar a la viagra para que no les falten ánimos y vigor.

Afortunadamente esta vez ha reaccionado con rapidez la fiscalía del Tribunal Penal Internacional y ya hay una orden de arresto para Gadafi y alguno de sus cómplices pero escasas han sido las voces de la sociedad civil a la hora de denunciar de nuevo este tipo de prácticas que no por antiguas y casi tradicionales, son menos graves.

Ya las vivimos desgraciadamente en la antigua Yugoslavia o en el genocidio de Ruanda. En estos casos Naciones Unidas y el Tribunal Penal Internacional jugaron un papel importante denunciando casos, pero muy pocas han sido las sentencias. Hubiésemos querido ver condenas ejemplares pero no ha sido así y los violadores en masa siguen recurriendo a las prácticas más degradantes a las que pueden someter a una mujer.

Es la mejor forma de anular su dignidad y la del entorno. En el cuerpo de la mujer se escenifica el odio hacia el enemigo así como sus ansias de destrucción. Son su botín de guerra. Las violaciones suelen ser públicas o en presencia de sus familiares. Es una forma de humillar a toda una comunidad.

Pero el sufrimiento no termina con la agresión. En algunos casos son repudiadas, otras tienen que convivir con embarazos no deseados o se enfrentan a enfermedades tan estigmatizantes como el SIDA. Es tal el dolor que solo se denuncia el uno por ciento de los casos.

Ahora es Libia pero no hay que olvidarse que se trata de una larga tradición. El Viejo Testamento está colmado de historias de violaciones de mujeres forzadas por tribus conquistadoras. En el siglo XII los Cruzados abusaban de éstas en nombre de la religión. En el XVIII los soldados ingleses lo hacían de forma sistemática con las escocesas durante la subyugación de Escocia. El Ejército alemán violó en la primera Guerra Mundial y en la segunda lo hicieron a la par con los soviéticos. Organizaciones internacionales calculan que estas dos guerras hicieron que más de siete millones de mujeres fuesen forzadas sexualmente en todo el mundo.

Durante la guerra de Vietnam se denunciaron constantes violaciones por parte del Ejército norteamericano a las mujeres vietnamitas pero el diario 'Angeles Times', el 6 de agosto de 2006, detallaba, muchos años después, cientos de atrocidades que fueron confirmadas posteriormente por investigadores del mismo Ejército y eso sin incluir el más notorio crimen de guerra: la masacre de My Lai en 1968 en donde las tropas estadounidenses al mando del alférez Calley, forzaron a todas las mujeres y niñas del pueblo para después matarlas, unas degolladas y otras quemadas.

Cuando se habla de violaciones a mujeres como arma de guerra se suele hacer de las más importantes batallas, olvidándonos de los pequeños conflictos en donde también se utiliza de forma habitual. Como por ejemplo en el conflicto de Cachemira en donde en 1991, 23 mujeres de 13 a 80 años fueron violadas por grupos de soldados. Meses después nacieron varios niños, más de una decidió suicidarse y todas las mujeres afectadas fueron abandonadas por sus parejas.

En el sur de África, en la Zimbabue del dictador Robert Mugabe, las milicias jóvenes que apoyaban al tirano violaron, en 2008, sistemáticamente a las mujeres que habían expresado algún tipo de simpatía por los movimientos opositores. Su forma de actuar era rodear sus casas, sacar toda la familia a la calle, golpear a los hombres con barras de hierro y abusar una y otra vez de sus mujeres. Según la organización Aids Free World se han llegado a violar a madres e hijas juntas frente al marido apaleado en el suelo.

En la Sudáfrica del apartheid muchas fueron las mujeres atacadas sexualmente pero hasta que no se formó la Comisión de la Verdad y Reconciliación en 1995 se consideraban atentados contra los derechos humanos. A partir de la citada fecha la Comisión organizó audiencias de mujeres para hablar de este terrorismo de género.

Necesitaríamos miles de páginas para explicar todos los casos, pero no podemos olvidar las 100.000 mujeres que sufrieron un auténtico genocidio en Guatemala durante el conflicto que se desarrolló entre 1960 y 1996 en donde los crímenes sexuales se utilizaron para «destruir un pueblo» según palabras de la abogada Patricia Sellers, experta en crímenes de género que ha declarado recientemente ante La Audiencia Nacional por la investigación que se está llevando a cabo sobre el genocidio guatemalteco y así podríamos escribir diarios enteros hasta llegar a la Libia del Siglo XXI.

Resulta vergonzoso que no haya más denuncias ante los Tribunales y sobre todo más condenas.