ESPAÑA

CRISIS EN UNA HOJA DE CALENDARIO

Mientras lo 'viejo' parece que entona la despedida lo 'nuevo' (es un decir) no acaba de nacer

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La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer», dejó dicho Bertolt Brecht y no podría haberse encontrado mejor definición de lo que ha ocurrido este martes en el Congreso. Zapatero, sentenciado por los electores, ha adelantado su despedida parlamentaria pero sin rematar la jugada que queda aplazada a la disolución de las Cortes y consiguiente convocatoria de elecciones que volvió a dejar en el aire. Analistas, políticos y público en general nos acercamos a este debate sobre el estado de la nación con lógico escepticismo porque el presidente está amortizado y ni siquiera será el candidato del PSOE que se enfrente a Rajoy en las próximas elecciones. Pero no nos esperábamos que el propio Zapatero oficiara la ceremonia de confirmación de su despedida en sede parlamentaria.

Estamos acostumbrados a que los primeros protagonistas de la película nunca mueran antes del final, pero este martes Zapatero nos ha sorprendido y se ha quitado de en medio antes incluso de que empezara la acción. ¿Por qué improvisó las emotivas palabras del final de su primera intervención para repartir los consabidos agradecimientos de quien se va? ¿En qué tribulación estaba pensando cuando le pudo la emoción y se mostró al borde de las lágrimas al pronunciar la palabra España? ¿Es una nueva pirueta de un político al que tantos han acusado de gobernar a golpe de improvisación, ocurrencias o caprichos?

No le puede extrañar que, a partir de su envite, los portavoces parlamentarios se agarraran como a un clavo a la más que evidente sensación de final de mandato, en una discusión sobre «una hoja de calendario», como dijo Rajoy. El de CiU fue, como siempre, el más práctico y le dijo a la cara que no le aprobará los Presupuestos y, por lo tanto, dio por agotada la legislatura. Sin embargo, se reservó la posibilidad de pactar diversas medidas económicas con el Gobierno a cambio de fijar las elecciones para el otoño.

Lo que está claro es que, aunque nos haya ofrecido esa inicial puesta en escena, ZP aún no quiere irse. En el 'cara a cara' con Rajoy, se revolvió con coraje ante las acusaciones del líder de la oposición al que llenó de reproches por su falta de apoyo en la crisis y acusó al endeudamiento de los ciudadanos y a la herencia recibida de buena parte de los males actuales de nuestra economía. En la vehemencia con que se entregó a su último debate sobre política general, llegó a espetarle a Rajoy el que quizá sea el único insulto que se le oyó en sede parlamentaria, cuando le llamó «perfecto perro» aunque sea el del hortelano.

Y la crisis política quedó definitivamente instalada, según los principios de Bertold Brech, porque mientras lo 'viejo' parece que entona la despedida lo 'nuevo' (es un decir) no acaba de nacer. Rajoy no sorprendió a nadie. Criticó la situación económica, las medidas del Gobierno y su política, pero no nos permitió conocer ni por el forro sus planes de futuro. No parece mucho pedir que si va a ser -según todas las encuestas- quien resuelva los problemas que ayer enumeró, estaría bien que nos dejara ver las cartas que va a poner sobre la mesa, aunque se guardara algunas en la manga para sacarlas en campaña electoral.

Con la divisa de la confianza como estandarte, el líder de la oposición reclamó innumerables veces la convocatoria electoral en una violenta discusión entre ambos que pareció rallar en lo personal. Sin embargo, al concluir el careo, el presidente del Gobierno y el del PP demostraron que son personas educadas y se desearon lo mejor, en lo personal, naturalmente.