Artículos

Frío en la cumbre

Siempre he creído que las verdaderas crisis empiezan cuando se establecen colas en las panaderías

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuando se reúnen los mandatarios de la Unión Europea siempre nos queda la duda de si lo hacen para ser alguien entre todos o para salirse cada uno con la suya. Hay varios que no pintan nada, pero todos quieren pintar la mona. La última cumbre ha fracasado, sin duda para ser fiel a la tradición de las anteriores. Donde no hay harina todo es mohína, vocablo que no se usa en las tahonas, donde aún se vende el pan con una sonrisa. Siempre he creído que las crisis verdaderas empiezan cuando se establecen colas en las panaderías y en los transportes públicos. Lo demás es soportable. Doloroso, pero soportable. Sobre todo para los que en tiempos malos recordamos otros peores.

Los reunidos en Bruselas han confesado otro patinazo. No han podido zanjar el nuevo rescate griego, ya que el bache es demasiado hondo. La gente nunca muestra un entusiasmo indescriptible cuando le ofrecen nuevos recortes. A lo más que aspira es a quitarles las tijeras a los mandamases para ver cómo les luce el pelo después de tantas y tantas promesas incumplidas. Eso de prometerle al personal -conglomerado donde no todos han adquirido la suprema categoría de personas- que tienen que trabajar un poco más y ganar un poco menos, dista de ser un buen programa de festejos. No se vive más que una vez y no está nada claro que satisfacer el apetito sea una de nuestras primordiales cuestiones atendibles en eso que llaman ultratumba.

El nuevo petardo en la cumbre de la UE va a seguir atronando nuestros oídos y no hay peor sordo que el que no quiere oír el ruido de la prima de riesgo española. En Europa todos somos parientes y ya se sabe lo que suelen hacer las familias adineradas con los parientes más pobres: o no les reciben en casa, porque no van adecuadamente vestidos, o niegan que tengan con ellos ningún vínculo de consanguineidad.