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¡Rebelaos y preguntad!

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Solo desde la ingenuidad (o desde la mala fe) se puede dar por definitivamente conseguida la libertad de expresión en nuestros contextos de democracia liberal de mercado, por mucho que las respectivas Constituciones la recojan como un derecho esencial. Para nadie debería ser un secreto que desde el mismo momento, lejano ya, de su inicial promulgación, la libertad de expresión ha estado asediada por aquellos mismos que quieren aparecer como sus inspiradores y garantes. Y es que 'el papel' lo admite todo. Otra cosa es la realidad. Cualquier estudiante de los primeros cursos de Periodismo sabe que junto a la libertad de expresión aparece también la libertad de coartarla o sofocarla. Y con ello no estoy haciendo ningún juego de palabras: piénsese en la cantidad de 'trampas legales' que en el contexto de un Estado de supuesto Derecho hacen que la libertad de expresión sea a menudo un ejercicio difícil, si no imposible, de ejercer.

Desde luego que ya a nadie, en nuestras democracias liberales de mercado, se le pone esparadrapo en la boca, ni se le encarcela por decir según qué cosas. Los intentos por reprimir la libertad de expresión, en democracia, suelen ser tan sutiles, sibilinos y taimados que a menudo pasan desapercibidos. Pero las maquinaciones y 'trucos' anti libertad de expresión son innumerables, y están suficientemente identificados y 'catalogados' por determinados autores no complacientes con las jugarretas del poder. Entre algunos de los 'trucos' liberticidas de curso legal y más practicados cabe destacar: el silenciamiento de según qué aspectos de la realidad, el enfoque interesado de determinados asuntos, la generación consciente del rumor y el globo sonda, la forzada brevedad y esquematismo excesivo de las informaciones, la insistencia en los tópicos y lugares comunes, la banalización de los problemas, la promoción subliminal de ciertas ideologías, la utilización intempestiva tanto del humor como del sentimentalismo, el uso de información fragmentaria y aparentemente neutral, el interés en mantener activos asuntos intrascendentes.

Por todo ello, hacen bien los periodistas al negarse a asistir a las ruedas de prensa en las que se les niega la posibilidad de hacer preguntas, una descarada práctica contra la libertad de expresión y un claro intento de desactivación democrática. Así pues, por una información no manipulada, ¡rebelaos y preguntad!