Las dos parejas posan en el palacio real de Ammán. Esta vez, Rania calzó tacones más altos de lo habitual. No le suele gusta ir más alta que Abdalá. :: DARREN WHITESIDE/REUTERS
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Juego de damas

Las reinas de la elegancia hablaron de mucho más que de trapos

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Las confundirán esta vez los suecos? El pasado verano, en la boda de su futura soberana, doña Letizia fue presentada como Rania de Jordania en una foto distribuida por la agencia 'Efe'. El error se deslizó en varios diarios y alguna televisión del país, evidenciando lo que los especialistas en moda de medio mundo vienen contando desde que la asturiana es princesa y la palestina reina: su estilismo, maneras y perfiles cada vez se acercan más, salvo por los centímetros de sus tacones, los que separan al esbelto don Felipe del menudo Abdalá. Lucen tipo, melena y pasado similares. Han sido profesionales formadas e independientes, madres que no descuidan la elegancia y mujeres tenaces, alejadas en su vida privada de la imagen que proyectan desde el papel couché, que las ha encumbrado en la pasarela de la realeza. Sin unas tareas expresamente delimitadas por las leyes de sus respectivos países, a Letizia y Rania parece que no les ha quedado otra que competir en el juego de las primeras damas, donde la mejor, casi la única, herramienta política que emplean para ganar peso específico es el manejo hábil de sus apariciones públicas. La de ayer, en el palacio real de Ammán, era una de las más esperadas.

Las dos intentaron evitarla. La Princesa de Asturias, para que la instantánea no eclipsara el viaje al exterior más importante de su marido, que les ha llevado, además, a Israel y a los territorios palestinos. A la reina de Jordania tampoco le interesaba en exceso. En medio de la oleada de cambios que sacude al mundo árabe, mide como nunca su agenda, consciente de que su figura irrita a los sectores conservadores e islamistas de su país por su defensa de la mujer y por su origen palestino. Pero al final hubo posado, sonrisas y duelo de elegancia en el Basman Palace, que como en Madrid solo se usa para ceremonias oficiales. De rosa talco y melena recién ondulada en el hotel, Letizia; de gris piedra y cabello cuidadosamente despeinado Rania. La misma largura de falda, la cintura en su sitio y los hombros marcados. Como mandan las tendencias de esta primavera.

«I'm fine» (Estoy muy bien), le ha dicho Letizia a Rania nada más hacerle la protocolaria reverencia. En realidad, se habían visto la noche anterior en petit comité, en una cena vetada a las cámaras. En el almuerzo oficial de ayer, las dos parejas estuvieron acompañadas por diecisiete miembros de la familia real jordana, siete integrantes del Gobierno y seis grandes empresarios. Un acto de gran importancia económica e institucional que los portavoces de ambos países mantuvieron en el aire hasta ultimísima hora por un supuesto viaje oficial a China de los monarcas jordanos, al final aplazado.

De ahí que numerosos analistas hayan interpretado la incertidumbre sobre la foto como un intento de restar frivolidad al encuentro, de evitar el juego facilón del ¿quién imita a quién?

Para la directora de la empresa periodística Política y Moda, Patrycia Centeno, «resulta injusto y casi absurdo compararlas porque no se parecen más allá de que son dos mujeres de talla parecida y que siguen la moda. Rania es más elegante, pero gasta mucho más dinero en ropa, mientras que Letizia hace patria con nuestros modistas y marcas. Es Dior contra Mango». Una magnífica embajadora del 'made in Spain', como la define Modesto Lomba, frente a una sofisticada mujer abonada a la Quinta Avenida y, que según se ha publicado en distintos medios, invierte dos millones de euros al año en ropa. Una princesa «que no termina de concretar su estilo», según los modistas consultados, contra la reina indiscutida de la pasarela real.

Adictas a la actividad

Pero en sus agendas hay mucho más que pruebas en el atelier. Letizia, empeñada en seguir el patrón de la monarquía discreta y popular diseñada por sus suegros, y en dotarla de contenido sin caer en la frivolidad, ha participado ya en un millar de actos entre audiencias, premios, congresos e inauguraciones. Algo más de cien actos oficiales al año, más los viajes institucionales que le han llevado por todo el mundo con un inglés cada vez más pulido.

La Casa Real ha ido dando más protagonismo a la esposa del heredero de la Corona, que cuenta ya con agenda y web propias. La Zarzuela le reserva en solitario actos sociales, benéficos y, sobre todo, los relacionados con los medios de comunicación. Quizás, en un intento de mantener en contacto con su antigua profesión a una experiodista de personalidad fuerte y adicta a la actividad, que puede chocar, a veces, con el discreto papel de sus cuñadas.

La soberana jordana tampoco es una mera consorte. Wikileaks, a través de los cables de la embajada de EE UU en Ammán, nos descubrió a una mujer al tanto de la política internacional, influyente y que colabora en la gestión del reino. Licenciada en empresariales y con experiencia profesional en Apple y Citibank, tiene opiniones y las defiende incluso en Facebook, con página de fans, y Twitter. Rania tiene muchas caras. La hemos visto sin maquillar y enjoyar en un anuncio de la ONU para denunciar la destrucción de la franja de Gaza. «O los derechos humanos no son universales o los palestinos de Gaza no son seres humanos», despachó al mundo.

Es una activista de la educación pública, las campañas de vacunación y de la mujer. Su apoyo, por ejemplo, a las leyes para que las jordanas puedan solicitar el divorcio o transmitir su nacionalidad a los hijos soliviantó a los sectores más conservadores y a los islamitas.

Para medir hasta qué punto su origen palestino y su influencia en el gobierno del país -cuentan que ha nombrado hasta a algún ministro- divide a los jordanos, pocos ejemplos son más ilustrativos que un partido de fútbol. El que fue suspendido en julio de 2009 por los insultos contra Rania y su hijo, el príncipe heredero. «Divórciate de ella, padre de Husein, y te daremos a dos de nuestras mujeres», gritaron algunos exaltados antes de que la Policía irrumpiera en el estado y el incidente, invisible en la prensa local, acabara con algún detenido.

Galletas y alcachofas

Con semejantes currículos, la princesa periodista y la reina empresaria-activista fijo que ayer hablaron de algo más que de trapos; del Felipe Varela y del Prada que hoy copan portadas. Tampoco pudieron degustar las galletas de chocolate que enloquecen a la palestina, y el rape y las alcachofas estofadas que pierden a la asturiana.

Comieron mansaf, gastronomía nacional a base de cordero y arroz, con humus y tabulé, sentadas en línea. Sabor y protocolo jordano para una jornada que arrancó para los Príncipes de Asturias en el Parlamento. Su presidente, Taher Maris, y el primer ministro, Maruf Bajit, les informaron sobre las reformas políticas y económicas impulsadas por el Rey Abdalá. Después, visita obligada al Museo Memorial de los Mártires.

Una compañía de la Guardia Beduina les rindió honores, visitaron la exposición sobre las hazañas árabes en distintas revoluciones y don Felipe regó el 'Árbol de la vida', un olivo que recuerda a los 10.000 jordanos que se dejaron la vida en combate. Tras el almuerzo con Rania y Abdalá, Letizia y Felipe charlaron con profesores y estudiantes de la Universidad de Jordania. Con la recepción a la colonia española, cerrarán mañana la gira por Oriente Medio. ¿Las confundirán esta vez los suecos?