LA PARCELITA

DESORDEN NATURAL

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Mientras la pasada semana disfrutábamos de nuestras coplas de Carnaval por las calles y plazas de nuestra tacita, se producía un hecho aterrador, y afortunadamente inusual, a miles y miles de kilómetros de nosotros. Una ola gigantesca producida por un movimiento sísmico de los mayores que se conocen arrasaba Japón. Desde los primeros momentos, y a través de las imágenes que podíamos seguir casi en directo por TV, observábamos atónitos lo que la naturaleza es capaz de producir.

En un país donde la preparación es indudable ante estos desórdenes naturales y donde los movimientos sísmicos, por sus características geográficas, están a la orden del día, se veían impotentes ante la fuerza devastadora de ese tsunami de proporciones gigantescas. Nada se podía interponer a ella, edificios enteros se deshacían y eran arrastrados por la fuerza de las aguas. Si en un principio esto parecía lo más importante, ahora, unos días después, estamos expectantes antes la catástrofe que se avecina.

Las centrales nucleares de la zona, a pesar de todas las medidas de seguridad, están fallando y no hay forma humana de parar la fusión de los núcleos de los reactores comenzando una ola, la radiactiva, mucho más peligrosa que la primera y de consecuencias mucho más devastadoras. Cuando vemos esto no podemos ni debemos permanecer indiferentes. Aunque Japón esté lejos, que lo está, no podemos inhibirnos y mirar para otro lado ya que, queramos o no, ese tsunami sin duda también nos va a afectar. La economía mundial, ya maltrecha, se va a resentir y eso nos va a llegar también a nosotros. Ahora, nuestros gobernantes se apresuran a declarar que nuestras centrales nucleares son más seguras que las de los japoneses, ¿seguro? Se vuelve a demostrar que no podemos luchar contra la naturaleza porque, sin duda, es más potente que nosotros y cuando quiera nos lo puede hacer pagar muy caro.