Brocales gemelos con sus tapas y pescantes en un patio de la Casa de las Cuatro Torres (Manuel Rancés, 27). :: B. POZUELO
EXTERIORES ROBADOS

DOBLE BROCAL

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No se cansa el paseante de admirar el grupo escultórico, preservado con toda su pureza: el inimitable mármol de otro tiempo; la armoniosa traza de los brocales, con su irreprochable planta octogonal, sus resueltas molduras, su ceremonioso adorno en la cara frontal; las raras tapas de metal articulado; los ampulosos pescantes, que despliegan regias simetrías a ambos lados de una lanza.

Pugnan en el conjunto dos estéticas: de una parte campean las curvas, la agitación, el movimiento; de otra se entrevé un orden superior, que impone geometrías, simetrías, jerarquías. Se diría que el artista aún habla el barroco, su lengua materna, pero que su mente discurre ya por los caminos, claros, académicos, de la razón neoclásica.

Debemos a los titulares y vecinos de esta singularísima Casa de las Cuatro Torres la preservación de esta pieza, digna de un museo, que recoge la esencia de un tiempo de cambio. Pero cuántos están desapareciendo, víctima de la andanada de derribos y reformas despiadadas que sufre la ciudad, paradójico prólogo de la celebración del Bicentenario constitucional. ¿Cuánto habrá que esperar a que surja una institución, un responsable público que abandere de verdad la conservación del inmenso patrimonio 'menor' que hace de Cádiz una ciudad incomparable?