Jerez

«Hay que darle una oportunidad a todos los menores, incluso al 'Rafita'»

El recién jubilado magistrado es benévolo con «sus niños» y confiesa que echará de menos el trabajoJosé Miguel Martínez González del Campo. Ex juez de Menores de Jerez

JEREZ. Actualizado: Guardar
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La pasión por su trabajo la lleva en la sangre. Abogado, juez instructor, penalista y contencioso, después de más de 25 años ejerciendo en el último lustro ha redescubierto su profesión como titular de Menores y tanto le ha sorprendido y gratificado que le ha sabido a poco, pues confiesa que si de él dependiera continuaría indefinidamente en su puesto, a pesar de haber rebasado los 70.

-Tras toda una vida dedicada al trabajo, ¿cómo se siente sin tener nada que hacer?

-En una sensación agridulce, como la salsa de los restaurantes chinos. Por una parte liberado de horarios, de funcionarios, de madres, pero por otra parte echo de menos la actividad que tenía antes, sobre todo teniendo en cuenta que hacía cosas que repercutían directamente en la situación vital de las personas, sobre todo de nuestros niños, como allí les llamamos. Cada día sabías que fulano o mengano había mejorado, había cometido una falta, había salido de permiso... Y te sientes responsable de la evolución de esos chicos que están en un momento tan difícil como es la adolescencia, donde hay grandes peligros que rodean a los jóvenes que no tienen todavía una personalidad definida y que pueden caer en lo peor. Ahora, con una falta de actividad, estás como flotando en el ambiente.

-La pregunta obligada es qué balance hace de estos cinco prolíficos años.

-Para mí han sido cinco años fascinantes, apasionantes... Realmente he vivido unos años como no los había vivido antes. Lo que me gustaba era instrucción. Luego he estado en penal, en contencioso, todo tenía su interés pero estos últimos años con menores han sido un descubrimiento realmente fantástico. Eso de salir por la calle y encontrarte un chaval al que has tenido internado durante un año y que te salude y te diga «hola, mi juez», o una madre te dé las gracias porque su hijo ha cambiado gracias a una medida que le pusiste... La verdad es que es para estar muy contento.

-¿Cómo ha sido trabajar con esos chicos? ¿La juventud está tan mal como lo pintan?

-Yo creo que es una exageración. Hay un número ingente de jóvenes y adolescentes que llevan una vida absolutamente normal y no plantean ningún problema. Lo que sí hay son determinados grupos y zonas de peligro en las que caen a veces porque no tienen formación ni criterio; los jueces y fiscales de menores solemos decir que ellos no cometen delitos sino errores, como consecuencia de una falta de definición de su propia personalidad. Hay que darles la oportunidad de que cambien y emprendan el camino más adecuado. Evidentemente, de los que pasan por el juzgado hay un pequeño grupo que es prácticamente irrecuperable porque desde que han nacido han vivido en el delito y es su vida. Pero hay otros que son los que cometen el error de sustraer una moto o de intentar robarle a otro un móvil, que sí son perfectamente recuperables. El 80% de los menores que pasan por los juzgados son gente que no vuelve a recaer. El porcentaje de los que van a un centro de internamiento y no repiten la historia llega casi al 70%.

-¿Qué le preocupa más en este sentido?

-Hay dos asuntos que nos preocupan extraordinariamente a jueces y fiscales de menores. Primero está la violencia doméstica habitual, de chicos y sobre todo chicas que agreden verbalmente, con violencia psíquica o física sobre todo a las madres, lo que tiene un curioso aspecto contra la mujer. Es un fenómeno que viene aumentando. Lo que estamos criando es una cantera de maltratadores que cuando tengan 19 ó 20 años le van a pegar a la novia y después a la mujer, y lo trágico es que hay muchas jóvenes que lo consideran normal. Lo segundo es la violencia en relación con la tecnología. La utilización del móvil y de Internet está siendo instrumento en unos casos para formación e información, pero también para la comisión de delitos. Yo siempre he afirmado que los menores que cometen este tipo de delitos no son delincuentes, más bien irresponsables, en el sentido de que no son conscientes de la trascendencia de lo que hacen. Es hora de que se consigan limitar los defectos de estos instrumentos de comunicación y potenciar la parte de positivo que tienen estas máquinas.

-¿El sistema ofrece a estos jóvenes todas las garantías?

-Hay mucho por mejorar porque necesitaríamos (yo sigo hablando como si formara parte del negocio) más medios. Por ejemplo, la ley dice que un menor que está internado debe estar en el centro más cercano a su entorno familiar, pero en la provincia tenemos uno en Puerto Real, otro de chicas en El Puerto y otro en la Marchenilla. Como están a tope, tenemos internados en Córdoba, Jaén y Almería. Hay familias que económicamente no son potentes y simplemente no pueden ir a visitar al menor, y el contacto con él es el mínimo. Los que están por aquí pueden ir el fin de semana a casa, pero los otros no. Esto ocurre sobre todo en esta comunidad autónoma, porque las otras son más pequeñas y el número de kilómetros a recorrer es mínimo. La Junta debería hacer un esfuerzo y dotar de los medios necesarios en cuanto a centros, a grupos educativos, etcétera. Se necesitaría mucho para cumplir con todo adecuadamente, porque de ahí saldrá luego el resultado final que es la inserción laboral.

-¿Como valora usted la polémica Ley del Menor?

-Hay que distinguir entre la Ley de Responsabilidad Penal del Menor (de 14 a 18 años) y la Ley de Protección del Menor, para menores de 14 años, que están sometidos a una protección porque están en situación de desamparo. En cuanto a la primera, con su filosofía y lo que pretende estoy absolutamente de acuerdo, como estamos la inmensa mayoría de los profesionales. Otra cosa son las cuestiones técnicas, por ejemplo el tema de la acusación particular, de la responsabilidad civil... Pero bueno, son técnicas que no afectan al espíritu de la ley. Creemos que a grandes rasgos es perfectamente adecuada, que no se trata de modificarla con el simple objetivo de endurecer las medidas, eso no sirve para nada si la privación de libertad no va unida a un trabajo de psicólogos, educadores, etcétera.

-¿Y qué opinión le merece el tratamiento de casos como el del 'Rafita', implicado en el asesinato de Sandra Palo?

-La primera medida es que no hay que confundir un hecho con una generalidad. Hay un señor que comete un delito muy grave, pues que se le juzgue y se le pongan las sanciones que haya que imponerle, pero eso no me afecta a mis 350 niños que están ahora mismo en situación de medidas en el juzgado de Jerez y no tienen nada que ver con esa historia. En segundo lugar, las medidas son siempre modificables, por tanto a un señor se le puede poner más o poner menos. Hay que darle una oportunidad a los menores, incluso como 'el Rafita', por una sencilla razón: todos tenemos derecho a una segunda oportunidad, porque tenemos una Constitución que dice que las medidas de privación de libertad son medidas de rehabilitación. No se trata de castigar y de meterles en la cárcel simplemente para que estén en la cárcel, eso no sirve para nada. Yo me juré el primer día que entré que yo no mandaba nadie a prisión y me he ido sin hacerlo. Hemos tenido muchos niños que en los centros han sacado la Secundaria, el carné de conducir, un cursillo de fontanería y tienen posibilidad de cuando salgan acceder a un trabajo. Todo eso no lo vamos a eliminar, de ninguna manera.

-¿Qué ha sido más difícil durante todo este tiempo, lidiar con los niños o con los padres?

-Con las madres, porque los padres en Andalucía no consideran que tengan que ver con estas cuestiones. Los problemas de los hijos aquí son cosas de mujeres, alguna vez aparece un padre y yo lo felicito, pero desgraciadamente no ocurre. Hay dos tipos de familias que plantean problemas. Por una parte, las superprotectoras: mi niño es buenísimo y todo lo que ocurre es consecuencia de una conspiración, y si lo va a mandar a un centro está haciendo un atropello. Yo les digo que vengan en unos meses. En cinco años, todas las que han venido después y han sido muchas ha sido para decir que qué razón llevaba usted, porque mi hijo ha cambiado radicalmente. En segundo lugar, están los padres negligentes, que montan al chico a las ocho de la mañana en el autobús del colegio y lo recogen a las ocho de la tarde. ¿Y si en su empresa le obligaran a trabajar doce horas diarias? Me parece que esto es un ataque a la Declaración Universal de los Derechos del niño. Ni una cosa ni otra, hay que buscar un ejemplo como la familia democrática, en la que el respeto y la responsabilidad está unidos.

-¿Qué podría hacer entonces la sociedad actual para atajar estos problemas?

-Desde luego es un problema social, no es un problema de menores, ni de la Ley del Menor ni nada de eso... Todo es consecuencia de una necesidad acuciante de reforma de los valores sociales que se han perdido, que los chicos tienen derechos pero no se les ha explicado que cada uno de ellos implica un deber y sólo quien es responsable puede disfrutar de los derechos y la libertad. Después está el problema básico de la educación, que no es lo mismo que la enseñanza; es enseñarte a ser persona, mantener unos criterios, valorar las cosas... Todo eso se enseña en la casa y también en la escuela. Tenemos números de analfabetos reales en Andalucía que rondan el 70%, a pesar de lo que digan las autoridades. Estos chicos no saben leer ni escribir, saben deletrear y no saben expresarse correctamente. Si en estas situaciones se les permite además continuar unos supuestos estudios que no existen, y si suspenden seis se les deja pasar al siguiente curso, lo que se trata es de aprobar como sea para tener una estadística. Por eso se debería empezar por ahí, por la educación en toda su dimensión y el respeto a unos valores. Ésa debe ser la base de toda persona.