DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

TIEMPOS REVUELTOSPOCA VISTA EN EL HOSPITAL

La planificación en Urgencias es, a veces, deficiente, y la atención no es tan personalizada como deberíaLa Junta ha ofrecido a sus empleados de Justicia trabajar horas extra por la tarde; quizá debería haberlo hecho con parados

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Soy de los que piensa que, pese al colapso de las Urgencias, la escasez de camas y las listas de espera, tenemos una Sanidad, al menos, digna. Es cierto que hay errores, que la planificación es, a veces, deficiente, y que la atención no es tan personalizada como debería. Pero tampoco podemos obviar que los usuarios somos parte del problema cuando hacemos un uso inadecuado o abusivo del sistema sanitario. Recientemente, una amiga doctora me aseguraba que el 90% de los casos que llegan a Urgencias no deberían ser catalogados como tal; no son, realmente, urgentes. El problema es que las Urgencias se han convertido en la puerta de acceso a una atención rápida y directa en el hospital de turno. Este tema se presta a muchas interpretaciones y debates porque se ha convertido también en un asunto educativo. Por un lado, hay que mentalizar al ciudadano sobre el uso racional del sistema sanitario, y, al mismo tiempo, el sistema tiene que mejorar su atención y procedimientos. Todo eso está muy bien, pero hay cosas que no son tolerables en los tiempos que corren. El Hospital de Jerez ha decidido abrir un expediente para «depurar responsabilidades» después de que una mujer de 75 años que llevaba dos esperando un trasplante de cornea haya estado a punto de ver cómo tiraban a la basura el órgano que le iban a trasplantar. La historia es la siguiente. Después de dos años en lista de espera, esta mujer es llamada para ser operada el pasado martes. Ingresa a las ocho de la mañana, pasa el día en ayunas, y en torno a las siete de la tarde un facultativo llama a los familiares para decirles que no se puede llevar a cabo la intervención. El problema -no se lo pierdan- es que el anestesista ha terminado su turno de trabajo y no hay otro que lo puede relevar para el trasplante. La consecuencia -para echarse las manos a la cabeza- es que la operación se tiene que posponer al día siguiente, pero como el miércoles hay huelga general, tampoco puede ser. Conclusión, el jueves la córnea que iba a ser trasplantada no estaría ya en condiciones óptimas por lo que había que «tirarla a la basura» y poner de nuevo a la señora en lista de espera. Hay que reseñar que en dos años en el Hospital de Jerez tan sólo ha habido seis donaciones de córneas. Sin comentarios. La familia se pone en marcha ante tamaña barbaridad y pone una reclamación y una denuncia ante el juzgado de instrucción número cinco de la ciudad. Seguidamente, se patean las redacciones de varios medios de comunicación de la ciudad y ponen el caso en conocimiento de la opinión pública. Ya es miércoles por la mañana, día de la huelga general, y uno de los medios informativos, tras recibir la visita de los familiares de la señora, se pone en contacto con el Servicio Andaluz de Salud y les traslada el caso. Es entonces cuando el Hospital de Jerez reacciona -al parecer la dirección del centro era ajena a lo que había sucedido- y, además de encargar un expediente interno, programan la operación para esa misma tarde. Finalmente, la intervención se efectúa, la familia retira la denuncia del juzgado y ¿todos felices? Creo que no. Si esta familia no hubiese pataleado en los medios de comunicación, si uno de estos medios no hubiese llamado al SAS para interesarse por el problema ¿estaría la cornea ahora en unos nuevos ojos o en la basura? Ante situaciones como estas la administración debe ser inflexible. No se puede permitir, con los años de esfuerzo y presupuesto que se le han dedicado al programa de trasplantes, con los éxitos que se han obtenido, con los hombres y mujeres que esperan uno para poder seguir adelante con sus vidas, no se debe permitir que un órgano haya estado a punto de perderse con tanta ligereza. Nuestro sistema sanitario, como decía al principio, es todavía mejorable, pero ha alcanzado unas cotas asistenciales y un grado de responsabilidad en el que no caben fisuras como esta. Algo de este calibre, con todos los respetos, puede pasar en un hospital de campaña en Burundi, pero no aquí.