El buen rollo y la camaradería han sido dos de las claves que han hecho que la selección regrese del Mundial con el trofeo en sus manos. :: EFE
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Sólo tres horas con la Copa de verdad

La FIFA permite al campeón disfrutar de la verdadera en el estadio y luego le da una réplica

MADRID. Actualizado: Guardar
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El vestuario del Soccer City de Johannesburgo se convirtió en un salón de fiesta improvisado cuando los jugadores regresaron después del maratón de fotos con la Copa del Mundo. Con la buena. Con la que pesa un quintal. Con la que brilla. La misma que hoy patrocina Louis Vuitton. La de oro macizo, que lleva grabado en la base el nombre de las selecciones vencedoras.

La verdadera. La que entrega la FIFA por espacio de tres horas para que los campeones se hagan la foto para la posteridad. Luego vuelve a la caja fuerte del máximo organismo mundial y a cada campeón se le entrega una réplica. Algo más ligera y sin el nombre de los vencedores. Ésa fue la que se trajo la selección española para su casa en la Federación Española de fútbol. Un icono. Un emblema. La pieza más codiciada en el avión de regreso por los enviados especiales. También querían su trozo de gloria. Con uno de los campeones o en solitario. Con beso o con abrazo. Recuerdo en color para la posteridad.

Combinados en la camilla. Cuando los jugadores dejaron el campo se encontraron con un postre en el vestuario. Bebidas isotónicas, sobre todo para aquellos que habían jugado más, y complementos para entrar en calor. Cervezas y algún licor para combinar. Sólo se hizo un parón cuando Su Majestad la Reina y los Príncipes de Asturias bajaron a las entrañas del estadio para felicitar a los campeones. Después llegó el desmadre controlado. Entre la camilla y el masaje, trago va y trago viene. La exaltación de la amistad en su máxima expresión hasta que prácticamente se agotaron las existencias.

Juerga en el avión. Desde el Soccer City los jugadores se trasladaron al aeropuerto de Johannesburgo. Los internacionales quedaron retratados en el desfile previo por la zona mixta. Sonrisa de oreja a oreja entre abrazos con periodistas amigos o conocidos. Gesto generoso. Quisieron compartir su triunfo. Dentro de la nave siguió la fiesta. La expedición fue recibida por la tripulación del Airbus 340 y por otro arsenal. Desde una tarta hasta una caja de cervezas. Los más juerguistas se encargaron de poner patas arriba el avión. Reina, Xavi Hernández, David Villa y Sergio Ramos despertaron a los pasajeros que se querían dormir.

Serenata admitida. Le dedicaron una canción a Iker Casillas y a su novia, Sara Carbonero. Buen ambiente. Mejor sabor. Los periodistas contrarrestaron con la canción que eligieron para matar las horas y horas invertidas en los traslados en autobús. Sonó, con coros desafinados, el «Tengo el corazón contento». Más fiesta. Más pasión. Más campeones. En el otro lado de la nave se improvisó un bar furtivo, en ocasiones compartido por jugadores, técnicos y resto del pasaje. Hielo, whisky, ron y refrescos. Siempre con moderación. Un día es un día. Mientras, Xabi Alonso aún se dolía de la entrada brutal del holandés De Jong. «Es la patada más fuerte que me han dado en mi vida profesional», no paraba de repetir.

No hubo discurso. Sólo buen ambiente. La Copa entró y salió varias veces de la zona vip. Otro ejemplo de ausencia de fronteras. Triunfo colectivo. Del Bosque se dejó ver poco. Durmió varias horas. Javi Martínez, Fernando Llorente, Cesc o Mata compartieron conversación con la prensa. También era una manera de matar las casi diez horas de vuelo hasta llegar a Madrid.

Emoción final. Cuando el avión tocó tierra en Barajas se alteró el sistema nervioso de los jugadores. El personal del aeropuerto avisó a los jugadores de lo que se encontrarían más adelante. Banderas en los coches o en mano. Camisetas de España bajo el chaleto oficial de trabajo... También los pasajeros que embarcaban en otros vuelos se apostaron en la escalerilla para presumir de bandera. Los ojos de los jugadores se humedecieron. Más emoción. Se cumplió el lema que lució el autobús en el Mundial. «Ilusion es mi camino, victoria mi destino». La selección llegó a su destino y con la victoria en la mano.