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LA SEMANA 14

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Algunos españoles han decidido vivir fuera de la ley, quizá porque se encuentran más arropados a la intemperie que sujetos a normas que no les gustan. Han decidido que la única ley de obligado cumplimiento es la ley de la gravedad, pero todas las otras son discutibles, ya que se oponen a su conciencia o a la conciencia de los demás. Murcia se resiste a aplicar la Ley del Aborto y su presidente autonómico esperará, lleno de paciencia, el pronunciamiento del Tribunal Constitucional antes de permitirlo en su reino, también llamado comunidad. Madrid, Castilla y León, La Rioja y Valencia se conforman con criticar la nueva norma, que establece un tratado de límites y permite interrumpir el embarazo de forma libre hasta la semana 14, aunque los días sean más largos en verano. Jamás han influido tanto las autonomías en la demografía.

Más discutible que la Ley del Aborto es la de los servicios mínimos. La empresa del Metro de Madrid advierte de que no frenará los expedientes para negociar. Por mucho que les guste reunirse, no piensan hacerlo para inflarse de agua mineral mientras se mantenga la convocatoria de paros. La que parece tener claro cuando una huelga es justa o injusta es Esperanza Aguirre. ¿Es lo mismo tener que ir a pie al trabajo que tener un pie en una sepultura y no poder operarse porque hay huelga de cirujanos? ¿Es lícita una huelga de bomberos aunque estén hasta el casco? Su responsabilidad es distinta a una huelga de profesores o de estanqueros, por poner dos ejemplos de trastorno social.

Si se aclaran todas las leyes confusas miles de abogados irían al paro. Decía Tolstoi que la ley es como la veleta de un viejo campanario que cambia y se mueve según sopla el aire. Ahora corren malos vientos. Quizá la que debiera prohibirse es la huelga de negociadores. Deben acceder a hablar entre ellos aunque les repugne el contacto. También a nosotros.