CARTAS A LA DIRECTORA

Disculpe, señora

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¡Excuse me, madam! le dije a la señora de tez roja y pelo rubio, que durante varias horas del día había estado cara al sol tostando su piel sobre la tumbona. Tras el caluroso y agradable día de verano decidió levantar el campamento a media tarde para irse a su casa o quien sabe donde. Diré campamento, y no fortaleza de colillas, aunque más parecía lo segundo que lo primero puesto que había ido depositándolas a modo de postes alrededor suyo como si fuera un fuerte del lejano oeste. Su querido marido hizo lo mismo en el lado contrario. Fue un curioso espectáculo al final del día lo que pudieron construir gracias a 'Felipe Morris'. Puesto que ya estaba viéndolas venir -es más lógico que los susodichos las tiraran en un envase directamente que clavarlas en la arena cual fortín-, ya tenía preparada la estrategia verbal, para increparles cortésmente; les diría que se les habían olvidado, poniendo las cejas en arco, más que en uve -pues en este caso tenía la certeza que el asombro haría más efecto que una cara agresiva-, y me acercaría con mi lata de refresco vacía para que las introdujera. Y así ocurrió. ¡Excuse me, madam you forgot your filters!, (¡Perdone señora, olvidó sus cigarrillos!) señalaría las pestilentes colillas como si fuera un perrillo al que hay que señalarle su fechoría y le daría mi lata para que las introdujera, eso sí, con una sonrisa simpática a la vez que sarcástica y fulminante. Me queda una duda, y es que no sé si esta pareja cuando vinieron, fuere donde fuere, eran así, o nosotros les enseñamos.