SOMOS DOSCIENTOS MIL

MACARRONES CON TOMATE

Vale que alimente, pero en pleno camino del Rocío, ¿no había otra cosa que poner?

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Tomaba café ayer sábado en la barra de un bar ubicado en plena calle Larga -calle por cierto atestada de turistas franceses, al parecer provenientes de algún crucero atracado en la ciudad de Cádiz-, cuando en el televisor del bar -cuyo nombre omitiré, no vaya a ser que la Sociedad General de Autores lo busque por ofrecer imágenes sin pagar el correspondiente canon- una emisora local ofrecía un reportaje grabado en las arenas del coto, camino de la aldea donde, entrada la madrugada -ya lunes de Pentecostés-, los almonteños saltarán la reja y auparán sobre sus hombros a la Señora de Almonte.

Pero vuelvo al reportaje que ofrecía la televisión local -perdónenme si me pierdo, pero tengo enorme habilidad para irme por las ramas-; el locutor, mi buen amigo Juan Villagrán, entrevistaba a diversos peregrinos y peregrinas que hacían un alto en el camino para almorzar bajo los pinos del coto.

Al llegar a uno de ellos le preguntó que tenía ese día para comer y el mismo, impasible, contestó: «macarrones con tomate». Imaginen la escena en el bar, tanto los camareros como yo mismo quedamos absolutamente perplejos ante tamaña afirmación. Sin embargo, la cosa no quedó ahí, pues, aunque llegamos a pensar que el rociero se había equivocado con el menú del día, instantes después todos salíamos del asombro cuando se acercó el locutor, micrófono en ristre, al cocinero que en una enorme paellera cocinaba macarrones con tomate.

Además no le den más vueltas, el enorme recipiente puesto al fuego solo contenía macarrones y tomate. Ni unos choricitos, ni un poco de queso, ni unas pizcas de orégano, ni nada de nada. Únicamente macarrones, muchos macarrones, y tomate frito que, a mayor gloria, era de tetrabrik.

El día en el camino era similar a los que estamos viviendo en Jerez, es decir, su poquito de calor, su mucho de viento con esa sensación desagradable que el mismo provoca, especialmente en los alérgicos y allí, inasequible al desaliento, imperturbable ante los fenómenos meteorológicos, incluso a resguardo de la enorme rueda trasera de un tractor el cocinero, erre que erre, regaba los macarrones con cajas y cajas de tomate frito envasado, a fin de poder dar de comer a unos peregrinos y peregrinas que, de tanto andar, seguro no ponían pega alguna para dar inmediata cuenta de dicho manjar.

A todo esto imagino que se habrán preguntado lo mismo que nos preguntábamos todos los que estábamos en el bar donde tomaba café: ¿macarrones con tomate para comer en el coto? Vale que sea necesario buscar un plato rápido y fácil de cocinar y los macarrones con tomate lo son.

Vale que es fundamental que el plato además alimente y no sea excesivamente caro, y los macarrones con tomate responden a ambas premisas, mas en pleno coto Doñana, en pleno camino del Rocío, con un calor que impone y un viento molesto como la madre que lo trajo ¿no había otra cosa que poner para comer que no fueran los macarrones con tomate?

Imagino las gargantas de los rocieros al engullir la primera cucharada hirviendo de esos macarrones con tomate.

Ese sofoco que inmediatamente quema nuestro paladar, ese calor que repentinamente inunda nuestro esófago, esas gotas de sudor que inician su salida desde la frente y esos pensamientos de los romeros, que por unos momentos olvidan a la Reina de las Marismas para centrarse sobre cuantos antepasados, vivos o muertos, posea el cocinero autor de tamaña fechoría. Un picadillo fresquito, un gazpacho, incluso una tortillita de papas (aunque sea de las que ya venden "prefabricadas") que tan bien sienta; todo regado con una copa fresquita de vino de Jerez. Cualquier cosa antes que los macarrones con tomate.

Lo único que se me ocurre para justificar tamaña afrenta es que al no estar este año mi entrañable Pepe Antonio en las arenas -directamente se ha ido a ver a la Virgen en persona- no había nadie de altura capaz de poner orden en la minuta culinaria del día.

Comprendan que hoy estas letras van por él. Van por ti, Pepe Antonio, de tu otrora compañero de micro y Abogado al uso «el quehaceres».