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Las urnas desinflan las aspiraciones de los liberales

LONDRES. Actualizado: Guardar
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Los británicos han preferido apostar a seguro. Ancestralmente fieles a sus tradiciones también lo demostraron a la hora de acudir a las urnas. Tal vez pensaron que la situación no está para experimentos. Y el pagano ha sido el Partido Liberaldemócrata. Nada más conocerse lo primeros sondeos tras cerrarse la jornada electoral se empezó a vislumbrar que el 'efecto Nick Clegg' se convertía en humo. Que la burbuja había estallado. Pese a que la formación que dirige un político al que se ha llegado a comparar con Barack Obama por su telegenia, cercanía y aires de renovación, se perfila como la llave del próximo Gobierno, el votante de las islas acabó por darle la espalda.

Los sesudos analistas que auguraban prácticamente un empate en número de votos -que no de escaños- entre laboristas y liberaldemócratas han demostrado su escaso tino o el desconocimiento de cómo es en realidad el británico de a pie. Y así, el partido de Clegg no sólo ha quedado en tercer lugar, a gran distancia de los laboristas, sino que incluso ha perdido diputados con respecto a la legislatura anterior.

Los liberales tenían puesto en captar el voto joven uno de sus objetivos. Y también en los desencantados de trece años de laborismo. Un caudal de apoyos que se tradujera en los suficientes escaños como para dictar sus condiciones a la hora de dejarse querer para alcanzar pactos de gobierno. Pero no ha podido ser. Según lo visto, laboristas y 'tories', con el apoyo de buena parte de la prensa, consiguieron su propósito de asustar al electorado con los supuestos peligros de un Parlamento inestable.

El partido de Clegg se ha visto estrujado por unos y otros sin que la curiosidad y el interés que despertó su líder, descubierto por los votantes prácticamente gracias a su brillante actuación en el primer debate televisivo, sirviese de gran cosa. Su defensa pública de una amnistía para cerca de un millón de inmigrantes ilegales no le hizo precisamente popular en un país donde se escuchan cada vez más voces no sólo contra los ilegales extracomunitarios, sino incluso contra la 'invasión' de legales del Este de Europa.

Tampoco ha favorecido a la formación liberal, a tenor del resultado, su europeísmo en un país con tintes eurófobos ni las manifestaciones de Clegg a favor de la moneda común en un momento en que los británicos veían en sus televisores arder un país de la zona euro. Tanto laboristas como 'tories' sostuvieron una y otra vez en la campaña que, gracias a haber conservado la libra,