DEL ALBERO HASTA EL 'SENTÍO'

'Tang' de albero y tortilla empanada

En algunos momentos en el Real había más viento que en el cumpleaños de Dumbo

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Hay que ver la que se monta este año en la Feria cuando a una ventolera le da por entrar en acción. El albero se levanta y la sensación que se crea en el Real es más desagradable que un despertador sonando a las 6 de la mañana (esto me lo han contado, porque yo no lo pongo a esa hora ni borracho). Ha habido momentos, que por circunstancias climatológicas, había más viento que en el cumpleaños de Dumbo y entonces es cuando el título que engloba estas líneas que cada día les estoy ofreciendo gana enteros: «Del albero hasta el sentío». Ayer estaba comiéndome una 'omelette' y llegó un remolino alberado que empanó la tortilla. Pero no sólo se adueñó de mi tortilla. El albero, buscando el fresquito, se introdujo en mi jarra de Rebujito. Entonces le pedí una cuchara a un camarero, lo meneé y me tomé un 'Tang' de albero, que junto a la tortilla empanada acrecentaron mi riesgo de acabar con piedras en el riñón.

Visitantes ilustres se dan cita en la Feria. En los cientos de paseos que llevo dados me he topado de bruces con Winnie the Pooh, que hay que ver lo canijo que es en persona. También me he encontrado con Bob Esponja, que siempre tiene la cara como si le estuvieran haciendo cosquillas en los huevecillos.

Y qué me dicen ustedes de las hechuras que me llevan algunas muchachitas. Si es que se pone uno malo. Se ponen unos pantaloncitos que le tienen que estar largos hasta a David el Gnomo. Los más cortos que se despachan en el mercado textil. Más cortitos que la picha de un virus, son como la vida laboral de Paquirrín, muy cortitos. Hay algunas que se les olvida ponerse el pantalón y van más tapadas. Creía que de corto se vestían los hombres. Y claro, va uno por ahí paseando con la parienta y servidor que no es de piedra y responde a los estímulos sensoriales va moviendo el pescuezo como el perrito ese que se pone en los coches atrás. Me parezco a Marichalar. La señora se da cuenta del cotarro y tengo un cardenal en el costado de los codazos que llevo recibidos, que mi novia me está recordando cada vez más a Pablo Alfaro el del Sevilla. Y yo para disimular le digo: «Esa muchacha lleva las puntas abiertas, que lástima con lo bonito que tiene el pelo», Pero no cuela.

Ya llegan los días en los que en la Feria hay más gente que en la cocina de Los Serrano a la hora del desayuno. Donde siempre ponían un viaje de cosas: Zumo, galletas, tostadas, dulces, batido, café, mermelada, mantequilla. y luego nadie comía nada y se iban todos y dejaban esos manjares encima de la mesa. Hay que ver que gente, valiente feo le hacían a la muchacha que preparaba el desayuno, que para poner la mesa tan bonita y preparar tantas cosas se tenía que levantar a las cinco de la mañana por lo menos.

Lo del Xerez ya no tiene remedio, pero no voy a dejar que este pesar me amargue la Feria, no señor. Mientras hay Feria hay esperanza.