Sergio Ramos se abraza a Cristiano Ronaldo para celebrar el tercer tanto del Real Madrid al filo del descuento, que significó la victoria blanca ante el Osasuna. :: AP
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Cristiano Ronaldo es el Real Madrid

Agarrados al amor propio y carácter ganador del portugués, los de Pellegrini firman un triunfo agónico ante un Osasuna muy valiente

MADRID. Actualizado: Guardar
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Agarrado a un Cristiano descomunal, capaz de acelerar por todos los flancos, de desenfundar el arma en cualquier esquina y de entrar como un coloso de cabeza, el Real Madrid venció 'in extremis' la resistencia de un gran Osasuna y sigue agarrado a la Liga como a un clavo ardiendo. Se salvó por el carácter ganador de su estrella portuguesa, un portento físico que jamás se rinde y atesora todos los valores que tradicionalmente caracterizaron a los blancos.

El Madrid resolvió cuando ya lo veía todo perdido después de un partido magnífico para el espectador pero muy cuestionable desde el punto de vista local. De nuevo con Kaká como titular, se vio incapaz de gobernar el centro del campo, de administrar los tiempos.

Actuó con notable desequilibrio en sus líneas, muy ansioso e inestable. Y, como le ocurría antaño, no precisamente con Pellegrini, concedió demasiadas ocasiones a sus rivales, muy valientes toda la tarde. De hecho, a poco más de veinte minutos del final los de Camacho fallaron el gol de la Liga. Vadocz y Masoud solos ante Casillas y el balón acabó fuera porque el húngaro se lo pasó un poco largo y el iraní remató muy forzado, ya cayéndose. Un error que, sumado al testarazo providencial de Cristiano, obliga al Barça a apretar los dientes y a no fallar.

Camacho sale al ataque

Osasuna se plantó ante el Madrid con Aranda en punta y dos extremos como Juanfran y Camuñas bien perfilados. Y le discutió la posesión de balón, el fútbol y las ocasiones al club con mayor presupuesto del planeta.

Los navarros gozaron del arranque soñado ante un Madrid despistado, confiado en que al final acaba resolviendo los partidos por agallas, por empuje, por la extraordinaria calidad individual de sus jugadores y porque Cristiano es de los mejores del mundo. Aranda, un ex de la fábrica blanca, aprovechó un regalo de Albiol para plantarse ante Casillas, vencerle en el mano a mano y marcar a puerta vacía.

Lejos de achicarse con ese sorprendente gol, los de Pamplona aceptaron un ida y vuelta precioso en el que el grande suele imponerse. Osasuna tenía pinta de estar mejor trabajado pero el Madrid llegaba con más peligro, sobre todo si conectaban Kaká y Cristiano o el intermitente Granero conectaba alguno de sus centros de rosca. Ricardo evitó el empate, al desviar un cabezazo del reaparecido brasileño, pero no pudo hacer nada ante un portugués descomunal. Ronaldo se lo guisa y se lo come. Recoge el balón en zona de tres cuartos, arranca, zigzaguea y nada más pisar el área suelta un latigazo imparable. Entra por el palo del portero pero llega muy raso y fuerte.

Conseguido el empate y con más de una hora por delante para remontar, el Madrid volvió a desacelerar. Cerca del descanso, Osasuna sacó tajada de un saque de banda, de una de sus jugadas de toda la vida. Aranda peleó el balón por alto, lo ganó y el húngaro Vadocz agarró un derechazo inapelable. Fiel a su estilo, apenas un minuto tardó el Madrid en volver a empatar, merced a un cabezazo de Marcelo en plancha, en plan Santillana. En ese breve lapso, el Bernabéu ya comenzó a silbar.

Más de lo mismo en la segunda mitad. Parecía en el arranque que los madrileños se merendarían a los pamploneses, pero el panorama cambió después de un cuarto de hora. Pellegrini intentó todo. Metió a Guti, a Benzema y, aunque no suele mirar hacia la cantera, al chaval Juanfran a falta de cinco minutos. En realidad, con Cristiano sobraba. Remató un centro de Higuaín con tanta fuerza que hasta se golpeó en el palo. ¡Más madera!