PAN Y CIRCO

SOLOS

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Los que vimos juntos el partido del Cádiz por televisión fuimos invadidos por la pena. Y no piensen que fue por el juego desplegado por el equipo, que más que pena da fatiga, ni porque perdiéramos, pues era algo que casi todos esperábamos, ni porque nos metieran cuatro, pues no es la primera vez que nos pasa y puede que no sea la última, ni porque el portero sea uno más de ellos, ni porque ni la defensa defiende ni el ataque ataca, ni tan siquiera porque el entrenador parezca que esté chocheando. No, la pena la sentimos al ver los pocos aficionados que acompañaron al equipo, y mucha más pena al ver la vergüenza y humillación que soportaron esos pocos valientes. Muchos culpan el hecho al alto precio de las entradas y a que fuera televisado, pero yo no comparto esa opinión, pues podría recordar aquí innumerables ejemplos que desmontarían ese argumento. Ni tan si quiera la mala situación del equipo vale como excusa, pues sólo con acordarse de la cantidad de cadistas que fueron al campo del Hércules a verlo descender, sirve para darse cuenta de que esa no es la razón. La única razón es que la gente está cansada, muy cansada. Tanto es así que muchos abonados ya ni van a ocupar su plaza en Carranza. Y esto es preocupante, mucho más que tengamos una pandilla por equipo. Si desde la propia directiva se ha dicho mil veces que el mayor activo, el patrimonio más grande de este club, es su afición, deben de saber que los están perdiendo a chorros, un goteo incesante de renuncias a tanto sufrimiento. A la gente hay que ilusionarla o por lo menos no engañarla, pues como tengan que tirar de fondo de armario se van a encontrar con los tres mil tontos de siempre que aguantamos lo que nos echen. Luego vendrán las lamentaciones, el recuerdo de una oportunidad histórica desaprovechada, con toda la provincia volcada con el equipo, y que se fue al garete por la racanería de unos empresarios de Segunda B. La culpa es suya, solo suya, así que se vayan acostumbrando a que el Cádiz cada vez camine más solo.