Opinion

Artistas en la brecha

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En otros tiempos, los artistas (en el amplio sentido que la palabra tiene) eran una parte importante, incluso esencial, en el gobierno de los pueblos. En el Antiguo Egipto, algunos de ellos gozaron del favor de los faraones y de un grado de poder significativo. Entre los nativos norteamericanos, al artista (junto con el chamán) se le respetaba y se le prestaba oídos. Y es cierto que ha habido, en épocas no tan lejanas, artistas respetados por la sociedad, que han promovido cambios y han tenido capacidad de decisión. Embajadores, consejeros, ministros. Pero, a qué engañarnos, han sido la excepción que confirma la regla.

Sin embargo, considero que el arte es tan fundamental para el desarrollo de las sociedades, que los artistas están obligados a participar, a hacerse ver. Que deben retomar el papel de voceros de la tribu, que deben levantarse los primeros, empuñando los dones o las dotes con los que la Fortuna les ha favorecido: la facultad de convencer, la palabra, el gesto, el carisma, la seducción.

Por eso, me siento orgullosa cada vez que un grupo de artistas de cualquier género decide expresarse a favor de la libertad o en contra de cualquier clase de censura. En esos momentos, acude a mi mente de nuevo el verso de Gabriel Celaya, tan vigente y tan efectivo, a pesar de haber sido repetido hasta la saciedad: «La poesía es un arma cargada de futuro». Y no sólo la poesía: la palabra, en general; y el color, y la música, y la imagen. El arte es un instrumento, un arma para la paz, cargado de futuro. Y el porvenir nos exige a todos que nos pongamos manos a la obra cuando la injusticia nos golpea. Pero tal vez de un modo especial se lo exige a los artistas, a quienes poseen las aptitudes y manejan las herramientas idóneas para hacerse oír.