Editorial

Apartamiento forzoso

Rajoy intenta escenificar con la salida de Bárcenas su mano dura contra la corrupción

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El apartamiento de Luis Bárcenas del Partido Popular disipa, aunque algo tarde, las dudas sobre una cierta complacencia con el ex -tesorero de la organización conservadora imputado en la trama Gürtel. La parsimonia mostrada por la cúpula del PP y el silencio de su presidente Mariano Rajoy en las horas posteriores al conocimiento de nuevos datos incriminatorias del hombre clave de las finanzas populares llegaron a interpretarse como la prueba de una subordinación del partido al senador por motivos espurios. La presión ejercida sobre la cúpula del PP no solo desde ámbitos políticos y mediáticos externos sino desde la gran mayoría de sus propios dirigentes nacionales y autonómicos llevaron a su presidente a admitir que la permanencia de Bárcenas era incompatible con la de un partido que defiende su firmeza en la lucha contra la conrrupción. En este sentido han sido notables las tensiones en el seno de la dirección respecto a la necesidad de forzar la salida rápida del ex tesorero. La determinación de la secretaria general María Dolores de Cospedal y de algunos líderes regionales chocó en un principio con la propensión de la vieja guardia -personificada en Javier Arenas- a la protección de los militantes acusados hasta su enjuiciamiento formal en aras a defender la presunción de inocencia. Esta vez se ha impuesto el principio de la responsabilidad política y la moralidad pública como criterio sancionador y disciplinario. El endurecimiento de las normas internas respecto a los afiliados sospechosos de estar involucrados en corruptelas constituye un requisito inexcusable para acercar la exigencia social a las conductas partidarias. Es cierto que existen ejemplos -como el caso del lino- en que la exculpación judicial de los políticos vilipendiados parece exigir una cierta prudencia antes de tomar decisiones disciplinarias. Pero es un riesgo necesario frente a la imagen que el proteccionismo a ultranza de los acusados ofrece de los partidos como corralitos ajenos a la demanda social de integridad y decencia en la actitud de los responsables públicos. El PP sacudido por críticas, imputaciones y reproches en su entorno más próximo se enfrenta ahora al reto de separar de una forma creíble las manzanas podridas del cesto común y recuperar el compromiso recordado ayer por su presidente de honor José María Aznar, y refrendado por el propio Rajoy, de tolerancia cero con la corrupción.