El presidente Zapatero, a finales de enero, en la Moncloa, durante una rueda de prensa conjunta con el primer ministro noruego, Jens Stoltenberg. :: EFE
ESPAÑA

La Presidencia de la UE decepciona

El Gobierno opta por un perfil bajo en las principales discusiones de este semestre en su afán de allanar los difíciles consensos Los socialistas lamentan el débil protagonismo de Rodríguez Zapatero frente a la crisis

MADRID. Actualizado: Guardar
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«Deberíamos tener más iniciativa». Es la queja de los socialistas, desencantados con la descafeinada Presidencia española de la Unión Europea. Con medio semestre ya consumido, el Gobierno no sólo no ha podido sacar adelante ni uno sólo de sus objetivos, sino que ha visto cómo su papel se difuminaba cada vez más hasta resultar casi imperceptible.

La que iba a ser «la cita más importante de los próximos años para nuestra política exterior», en palabras del secretario de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido, se ha disuelto como un azucarillo. En la agenda internacional de José Luis Rodríguez Zapatero hay multitud de tachones. No viajará a Rusia, ni a Canadá ni a Japón, porque, en contra de lo que había previsto, será el presidente permanente, el belga Herman Van Rompuy, quien presida las cumbres bilaterales que la UE celebra este semestre con esos países. Tras el plantón de Barack Obama, quedan dos acontecimientos en los que España actuará como anfitriona: la reunión con los países de América Latina y el encuentro de los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión por el Mediterráneo, que hace aguas. Oficialmente, el Gobierno mantiene que trabaja con la hipótesis de celebrar «una buena cumbre», pero no niega que las calamitosas perspectivas de un nuevo proceso de paz en Oriente Próximo amenazan con frustrar sus deseos. De la ilusión con la que Zapatero realizó su primera gira por la zona, el pasado octubre, al tono de la entrevista que esta semana mantuvo en La Moncloa con el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, hay un abismo.

Tampoco se ha logrado el protagonismo predicho en debate económico. Y ése es el principal lamento en el PSOE. El Gobierno había vaticinado que la presidencia permitiría a España «influir de manera decisiva en el devenir de la sociedad internacional más compleja y globalizada que ha conocido la humanidad» y que desempeñaría «un papel decisivo en el desarrollo de la estrategia europea contra la crisis económica y financiera». Ahora, en las propias bancadas socialistas del Parlamento Europeo, esbozan una sonrisa burlona al recordar estas palabras.

«En una UE mastodóntica, como la actual, un semestre es un suspiro; nunca se debieron generar tantas expectativas», señala un destacado dirigente del partido. La entrada en vigor del Tratado de Lisboa y el estreno de una nueva arquitectura institucional tampoco ayudan. «Las luchas de poder internas en Bruselas son tremendas y eso hace que la toma de decisiones sea terriblemente lenta; así es muy difícil marcar goles», apuntan quienes asisten a las tensiones diarias entre la nueva Comisión, Consejo y Parlamento.

Epicentro

Aun así, hay quien echa de menos que la voz de Zapatero se oiga. Si no para proponer, al menos para opinar sobre lo que se propone. ¿Qué piensa España de la creación de un Fondo Monetario Europeo como sugieren Francia o Alemania? ¿Por qué no hace una auténtica bandera de la regulación de los 'hedge funds', que estuvieron en el epicentro de la crisis? Ni siquiera se expresó una posición individualizada sobre la implantación de los escáneres corporales en los aeropuertos.

«España -replica un alto cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores- tiene que estar 'au dessus de la mêlée' [por encima de la refriega] porque como Presidencia de turno está obligada a buscar el consenso». No todas las presidencias se han ejercido de esta manera. Resulta difícil no recordar a un Nicolas Sarkozy que estuvo en todas las salsas comunitarias durante su mandato. Zapatero es prisionero, según admiten los socialistas más críticos, de las cifras de la economía española, que lastran su autoridad en la materia. Sobre todo, frente a los dos grandes: los gobiernos galo y germano.

Sólo en un terreno el PSOE saca pecho. El Gobierno, dicen, supo reaccionar frente al terremoto de Haití y logró que su labor, a través de la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, se visualizara. No ha ocurrido lo mismo con la defensa de los derechos humanos, que constaba como una de las prioridades oficiales del mandato español.

Al margen de la tardía reacción del jefe del Ejecutivo a la muerte del disidente cubano en huelga de hambre Orlando Zapata, tampoco ha habido grandes acciones específicas en esta materia. Es más, parece que el Gobierno ha endosado esta tarea al belga Van Rompuy, que fue quien se encargó de leer la cartilla democrática a Marruecos en la reciente cumbre celebrada en Granada, según el titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, porque era él y el presidente español quienes debían hacerlo.