Editorial

Ley cajón de sastre

Cualquier estrategia de modernización debe ser consensuada a medio y largo plazo

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La salida de la recesión requiere, además de una sabia combinación de estímulos fiscales y ajuste presupuestario, el cambio del patrón de desarrollo, para que los antiguos motores económicos -el ladrillo y la demanda interna- sean sustituidos por otros, especialmente actividades de mayor valor añadido y el sector exterior. Ello obliga a realizar un conjunto de reformas estructurales y de modernización de nuestra economía que sean capaces de dotarla de mayor competitividad. En esa dirección, que el Gobierno ha llamado estrategia de Economía Sostenible, ya van los pactos educativo y energético que negocian el Gobierno y la oposición, la reforma laboral que debería conseguirse mediante el diálogo social, así como los acuerdos de la llamada comisión Zurbano (de momento, los que versan sobre rehabilitación de viviendas, morosidad de las administraciones y créditos ICO a las PYMES). Pero, además, el Consejo de Ministros aprobó ayer un proyecto de ley de Economía Sostenible, una especie de cajón de sastre que contiene un conjunto heterogéneo de reformas estructurales: desde actuaciones de desregulación y eliminación de burocracias a medidas de sostenibilidad medioambiental pasando por un conjunto de actuaciones dispersas como la 'ley antidescargas' en una disposición final. Aunque el texto de la propuesta legislativa no ha sido publicado, ya se sabe que propone incrementar la supervisión del sistema financiero, reforma de los organismos reguladores, reforma de la Formación Profesional, fomento de las energía renovables, extensión a 40 años de la vida útil de las nucleares, etc. Además, se normalizará el sector de la vivienda, eliminando casi totalmente la deducción fiscal por compra y mejorando las condiciones fiscales del arrendamiento. Es obvio que esta estrategia de modernización, que todos podemos compartir en abstracto, habría de ser consensuada a medio y largo plazo para dotarla de coherencia interna y evitar oscilaciones a cada alternancia en el Gobierno. Carecería de sentido que las dos formaciones que se turnan al frente del Estado no fueran capaces de entenderse en esta proyección que habrá de perfeccionarse mediante la negociación y que trata precisamente de alcanzar un nuevo futuro de prosperidad tras la crisis.