Editorial

Relevo andaluz

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José Antonio Griñán, antes de cumplirse el primer año desde la sucesión de Chaves, ha promovido y materializado un congreso para la refundación 'a su medida' del partido socialista andaluz que gobierna la comunidad desde hace tres décadas. Desde ayer ya no rige el post-chavismo, sino el griñanismo. Su aval ha sido, paradójicamente, el estado de incertidumbre generado por las encuestas que alumbran la hipótesis del cambio tras esa larga hegemonía. Esto ha servido de acicate para persuadir al partido de dar a Griñán no ya el timón sino el puesto real de mando sobre la organización, sin la tutela de la bicefalia. La suerte de todos pivota, a partir de ahora, sobre esta figura de incuestionable prestigio intelectual pero aún por medirse en el desafío del liderazgo. El apoyo masivo demuestra que la convicción del cambio se extiende a toda la militancia aunque se les haya evitado una exposición transparente de los motivos para acelerar la renovación del modelo. Este Congreso Extraordinario ha servido, en definitiva, para poner fin a un largo ciclo, a sus figuras señeras y sus cuotas territoriales, aunque aún deberá plasmarse en el Gobierno regional con cambios profundos.

En Cádiz, la situación de crisis en el PSOE se evidencia en la negativa de González Cabaña a dejar sus cargos en el partido y las instituciones y pasar a la ejecutiva regional. La salida habría facilitado la renovación deseada por Griñán, que desarmaría así la resistencia «pizarrista» de la provincia. Ahora el PSOE gaditano se ve en una difícil coyuntura, enfrentado a la dirección y con una crisis interna evidente que le costará resolver, salvo que se fuerce un congreso extraordinario con un candidato de consenso.