Artículos

Patas arriba

Sobrecogidos por la creciente desfachatez, intuimos que con otra reforma laboral todo seguirá mejorando para peor

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Ese gentío que se está duchando a las siete de la mañana y oye a un gerifalte de las Cajas -Ángel Laborda, no olviden su nombre- afirmar que hay que poner el Estatuto de los Trabajadores «patas arriba» sale de casa confundido, intuyendo el desplume que se le avecina. El día menos pensado, el tal Laborda o alguno de sus compinches razonarán así: como tener trabajo es un privilegio, los afortunados, más que cobrar por ello, deberían pagar.

Sobrecogidos por la creciente desfachatez, intuimos que con otra reforma laboral todo seguirá mejorando para peor. Pediría, al menos, a esos muñidores de la excelencia en lo pésimo, que argumenten con rigor. Deploran la nefasta dualidad del mercado laboral, en el que hay un sector protegido, con trabajo fijo y derechos, frente a otro precario, temporal y mal pagado. No suelen decir, en cambio, que la dualidad es consecuencia de las reformas laborales de las últimas décadas, particularmente la de 1984 -que introdujo los contratos basura- y la de 1997, que rebajó la indemnización por despido a 33 días. Los empresarios lo omiten porque siguen en la misma línea; los sindicatos callan porque pactaron esas reformas.

En realidad, para acabar con la desigualdad sólo existen dos caminos: o bien se priva de derechos a los trabajadores protegidos o bien se les otorgan a los precarios. Como lo primero sería ilegal, sólo queda una solución: beneficiar a los desprotegidos, es decir, establecer un único contrato para todo el mundo, con despido de 45 días y pleno derecho al desempleo. Eso, siempre y cuando el objetivo sea realmente poner fin a la dualidad, porque las propuestas actuales insisten en combatirla despojando de más derechos a los que ya tienen pocos, empeorando el trabajo precario e inventando un contrato detritus para los jóvenes que se las prometían felices con un contrato basura. No hace falta ser muy avispado para ver que eso sólo agrandará la brecha, aunque comprendo que la perspectiva de una mano de obra abundante, barata y servil resulte estimulante para el poder empresarial, donde no incluyo a los empresarios sufrientes que padecen como el gentío.

El caso es que ni CEOE, ni el Banco de España, ni el Gobierno, se atreven a afirmar que el paro disminuirá al día siguiente de aprobarse la reforma, sino que ocurrirá cuando la economía crezca al 3%, aseguran. Entonces, ¿Por qué no se dedican los grandes empresarios a la inversión productiva? ¿Por qué no prestan los bancos a las pymes de una vez? ¿Por qué no se dedican los gerifaltes de las Cajas a arreglar sus desaguisados y desfases contables, y dejan ya de fantasear con un mundo de esclavos a su servicio?