CHOCANTE

Hace poco estuvo en Barcelona Rania de Jordania. Llegó para dar una conferencia en un congreso de telefonía móvil en la que alertó al mundo sobre el analfabetismo infantil y la necesidad de eliminarlo (noble causa, desde luego). Al terminar, recogió sus papeles y se dirigió sobre sus altísimos tacones de diseño (con lo que cuesta ese par de zapatos podría alimentarse muy probablemente a un paupérrimo analfabeto durante varios meses) al coche blindado que la aguardaba, con chófer y guardaespaldas, para dirigirse a uno de los hoteles más caros y exclusivos de la Ciudad Condal (Hotel Vela, cinco estrellas, Gran Lujo). Esa noche, ella y sus hijas durmieron en satinadas sábanas, con el Mediterráneo a sus pies, en una amplia y lujosa suite, cuyo precio supera los 3.000 euros la noche. No sé si desde semejante atalaya y antes de cerrar plácidamente los ojos, Rania estuvo dándole vueltas a la idea de terminar con la pobreza y el analfabetismo en el mundo. Si lo hizo, resulta chocante.

Leo ahora que Victoria Beckham ya tiene decidido dónde se alojará con sus hijos durante el próximo Mundial de Fútbol de Sudáfrica. No lo hará en un hotel de seis estrellas (seis) de Ciudad del Cabo, junto a las esposas de los otros futbolistas de élite, sino en un apartamento (¿de siete estrellas? ¿ de ocho?) todavía más lujoso y exclusivo, porque buena es ella. Desde allí piensa salir 'de excursión' para visitar a los niños africanos que malviven por debajo del umbral de la pobreza.

No sé si esta irresistible atracción del milmillonario por el milmisérrimo se deberá a esa ley física según la cual los extremos (incluso los extremeños) se tocan. Lo que temo es que la solidaridad se haya convertido para ciertas capas sociales en un 'must' comparable al bolso de Vuitton o al reloj de Cartier. Y lo que me pregunto es cómo se puede pasar de la opulencia más exultante a la pobreza más insultante (y viceversa) con tanta soltura y sin sufrir un infarto fulminante de conciencia.