Opinion

Semana de alivio fugaz

El Gobierno ha trazado una hoja de ruta correcta, pero ahora debe aplicarla

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Si la primera semana de febrero fue de tribulación y pesimismo, en ésta que concluye han comenzado a atisbarse algunas luces que, aunque lejos de permitir echar las campanas al vuelo, sugieren que, pese a que aún no hemos salido realmente de la recesión técnica y todavía nos aguarda una angustiosa pendiente cuesta arriba hasta salir del pozo de la crisis, tenemos claro cuál es el camino correcto. El propio Gobierno ha trazado sobre el papel una hoja de ruta en la buena dirección. Ahora queda lo más duro: tomar las medidas concretas para ponerla en práctica. En la Unión Europea, la realidad se ha impuesto y los 27 han aceptado el imperativo de salvaguardar la estabilidad del euro, puesto en peligro por Grecia -que además de haber falseado sus datos macroeconómicos, con lo que dejó arruinado su crédito, acumula una deuda de más del 120% del PIB- y no por España, cuya deuda ha sido avalada nuevamente por Moody's y Fitch. Además, los analistas económicos -gracias en parte a la pedagogía efectuada por el Gobierno- y los mercados financieros han constatado la solvencia española, que, aun con los márgenes de incertidumbre propios de estas coyunturas, parece garantizada. Es posible que la alarma suscitada por aquellas convulsiones haya acarreado mayores dosis de sentido común, con mayor presencia estos días en nuestro patio político. Después de meses de desabrido disenso, los agentes sociales han firmado su primer acuerdo, que moderniza la negociación colectiva y estabiliza los salarios durante tres años, y anuncian para dentro de pocas semanas una reforma laboral indispensable; el Gobierno se ha comprometido a acometer un ajuste riguroso, que le obligará a afrontar el mal trago de la impopularidad -ya están anunciadas las manifestaciones contra la reforma de las pensiones-; y hasta el Rey auspicia un pacto de Estado que, como mínimo, debería desembocar en una pacificación del clima político para conseguir el cambio del modelo de crecimiento a fuerza de mayor productividad. Los mimbres están dispuestos, ahora hace falta hacer el cesto. Si el Gobierno y los demás actores políticos y sociales persisten en el camino correcto, quizá podamos manejar dentro de poco algunas briznas de fundado optimismo.