Opinion

Demanda real

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El Consejo Europeo informal celebrado ayer en Bruselas se vio eclipsado por la decisión urgente de aprobar medidas extraordinarias para evitar la desestabilización del euro por la crisis de las finanzas públicas griegas, con un déficit de un 13% y una deuda que se estima llegue este año al 125% del PIB. La señal a los mercados ha sido muy clara: estados miembros como Alemania o Francia liderarán cuando sea necesario la ayuda a este país y de este modo contraen una responsabilidad de rescatar a Grecia y buscar una solución europea. Se trata de una decisión sin precedentes desde que la moneda única se creó en 1999. A cambio, el Gobierno griego se verá sometido a duras exigencias en la gestión de sus cuentas públicas y deberá mejorar sus planes de austeridad y la eficacia de su sistema de recaudación de impuestos. El episodio griego pone de manifiesto que la interdependencia económica entre los países que forman parte del euro es de tal intensidad que cuando un miembro tiene problemas serios no cabe mirar hacia otro lado, como muchos en Alemania proponían hasta hace unos días. Es por lo tanto una llamada al fortalecimiento del gobierno económico europeo, que exige mejoras en el diseño y en la garantía de una política fiscal común y que debe completarse con una agenda ambiciosa de reformas económicas, las cuales no pueden quedar al libre albedrío y conveniencia política de cada gobierno. Otra enseñanza del drama griego y del rescate europeo es que ni la presidencia permanente del Consejo Europeo, a cargo del belga Van Rompuy, ni la presidencia rotatoria del Consejo de Ministros, en manos del Gobierno español, tienen capacidad política para liderar operaciones de gran calado como ésta. A Van Rompuy, recién llegado, le falta capacidad ejecutiva y a la hora de proponer medidas choca de modo inevitable con el presidente de la Comisión. El Gobierno español no tiene suficiente capital político en Bruselas y ha tenido que ir a remolque de los ejecutivos de Berlín y París e incluso del luxemburgués Jean-Claude Juncker, presidente del Eurogrupo, que ha mediado para conseguir un apoyo unánime de los 27 a esta operación de rescate.

La llamada del Rey a alcanzar «amplios acuerdos para superar juntos las graves consecuencias de la crisis, y para recuperar un crecimiento fuerte y duradero» expresaron ayer el sentir general de una ciudadanía que, al margen de sus preferencias políticas, coincide en demandar de las instituciones un esfuerzo unitario para reactivar la economía española y revertir la dolorosa pérdida de empleos. Es de desear que la ronda de conversaciones anunciada por el portavoz socialista en el Congreso, José Antonio Alonso, con los demás grupos de la Cámara sirva para realzar las coincidencias por encima de las diferencias. Bastaría con que se aunasen criterios en cuanto a la reforma laboral, a la orientación del recorte de los 50.000 millones de euros, a las pautas para la reducción del déficit público y al horizonte a medio plazo del sistema de pensiones para que Gobierno y oposición transmitieran a la sociedad y a los mercados la confianza que supondría su mera disposición a la sintonía. Pero la renuencia mostrada por el presidente Rodríguez Zapatero en la rueda de prensa posterior al Consejo Europeo informal de ayer se volvió preocupante cuando ni siquiera quiso asegurar que se reunirá con Rajoy.