Estatua en homenaje a Preciado al lado de El Molinón.

Hombre de gama alta

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hoy se cumplen dos años de la muerte de Manolo Preciado. Un deceso que me afectó como si fuera de la familia. Y es que, sin ser de mi familia, sí era de mi tribu y Manolo era de la rara clase de personas que han venido a este mundo a traer alegría. No era ni un profeta, ni un salvador, ni siquiera un entrenador muy dotado tácticamente. Pero tenía algo que le hacía diferente: contagiaba pasión por la vida. No te quitaba energía sino que te la inyectaba en vena. Lo más sorprendente es que su vida estaba grabada con algunos episodios especialmente trágicos y eso, o quizá, gracias a eso, apreciaba cada segundo del día.

Se hizo muy popular en España después de un desgraciado incidente que tuvo con el entonces entrenador del Real Madrid, José Mourihno y que indicó el precio que se paga por criticar al poder. El portugués acusó a Manolo de poner una equipo menor frente al Barcelona, sugiriendo que ya contaba con perder. En definitiva, le acusaba de adulterar la Liga. La primera vez que lo dijo, Manolo lo dejó pasar, pero la segunda vez estalló. Le llamó "canalla y mal compañero". El aparato mediático al servicio del conjunto blanco no se hizo esperar y atacó con denuedo al entrenador rojiblanco. Sin embargo, el Bracelona no sólo pasó apuros frente al Sporting sino que pudo incluso haber perdido y venció por sólo 1-0.

El caso es que Manolo, que parecía de pueblo, pero era muy listo, se dió cuenta en apenas unas jornadas de lo que a Florentino le costó tres temporadas en enterarse: que el entrenador iba desnudo. Hasta Valdano tuvo que tragarse sus principios y salió a defender a Mourinho, con un vocabulario más cercano al vendedor de coches de segunda mano que al poeta que siempre ha sido. Pero llegó la justicia divina y el Sporting ganó esa temporada en el Bernabéu, 0-1, quitando toda posiblidad al Madrid de disputar la Liga y batiendo el récord personal de Mou, que llevaba nueve años sin perder en casa.

Porque Preciado era eso, un enorme motivador. Ascendió al Sporting a Primera y lo mantuvo cuatro temporadas con una plantilla limitadísma. El Molinón adora a este exjugador reivindicativo, preocupado por sus compañeros y de garganta sindical. Murió en junio, cuando la selección estaba concentrada para la última Eurocopa, antes de cuatro días del debut. Para muchos jugadores fue un verdadero mazazo. Él, alejado de grandes gestas, estaba a punto de tomar las riendas del Villarreal.

Me enteré de su muerte en Argentina. Estaba de gira con mi disco "Equilibrio Inestable" y avanzaba en un taxi. Iba a buscar a mi banda de allí para irnos hasta La Plata. Por la radio del taxi dijeron maravillas de él y rompí a llorar. El concierto lo dí descentrado y se me pusieron los pelos como escarpias cuando toqué mi canción "Chica de gama alta". Él sale en ese videoclip.

Por iniciativa y suscripción popular, al lado del Molinón se erigió una estatua suya que siempre tiene flores frescas. Era un "paisano", que en Asturias describe a aquella persona que no necesita firmar nada para confiar en su palabra. Ser un paisano es mucho más que ser top. En aquella Eurocopa la selección no brilló, pero tuvo fe. Se mantuvo fiel. Y bien pudo ser eliminada. Pero a veces hay que pasarlo verdaderamente mal para que después, en ese abono, salgan las más bellas flores, que fue la final contra Italia. Preciado, verdadero amante del fútbol, se hubiera alegrado mucho de ver a su país tan lleno de vida, por fin.