MUNDIALES DE ATLETISMO

La generosa propina de Ruth Beitia

La veterana atleta cántabra logra la medalla de bronce, la primera en un Mundial al aire libre, un año después de anunciar su retirada

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Ramón Torralbo es uno de esos entrenadores que, lejos de los fastuosos Centros de Alto Rendimiento, hace su trabajo silencioso por pura devoción, por amor al atletismo. Torralbo, como Carrillo en Murcia, Veneziano en Castellón, Paco Gil en Sevilla, Villacorta en León y algunos más, cogen a un niño y lo convierten, con trabajo y paciencia, en atleta de élite. Pero lo del cántabro es especial, como su obra, Ruth Beitia, una atleta especial por su calidad, ocho medallas entre las tres grandes competiciones internacionales, la última, el bronce en Moscú, y por su categoría humana, ascendida a referente por sus propios compañeros de la selección. Un modelo a imitar.

Ruth Beitia había decidido retirarse el pasado verano para ser madre e iniciar otro tipo de vida. Pero Torralbo, el sabio preparador de saltadores, vio en Helsinki, en el Europeo previo a los Juegos, que la santanderina había encontrado, al fin, el equilibrio físico, técnico y mental. Nunca había saltado con tanta convicción y, claro, era una pena. El entrenador, que la conoce desde hace 23 años, le pidió a la atleta que no lo dejara. Y su alumna no le defraudó.

Aquella decisión cambió su vida. Beitia se proclamó el pasado invierno campeona de Europa en pista cubierta. La doble corona después de su oro al aire libre. Y ahora, en Moscú, después de un año con muchos problemas físicos, con unas molestias en el tendón de Aquiles que le impidieron saltar más allá del 1,95 metros, un canapé para ella, se ha llevado la medalla de bronce. El sabio Ramón Torralbo tenía razón.

Ruth nunca ha realizado sus mejores saltos en las finales. Solo en los Juegos de Londres saltó dos metros y terminó cuarta. Pero, a cambio, completa concursos muy pulcros. Sin nulos. Y ahí tiene un filón. En Luzhniki fue así, Superó al primer intento 1,89, 1,92 y 1,97, su mejor marca del año. A los dos metros ya solo llegaron cinco atletas. Dos que estaban por encima, la rusa Shkolina y la estadounidense Barrett, las dos que superaron esa altura a la primera tentativa, y otras tres, Beitia incluida, que no pudieron con la clásica barrera de la especialidad. Los nulos previos condenaron a la sueca Green -castigada sin un mísero plano en toda la final por la realización rusa después de su gesto, las uñas pintadas con los colores del arco iris, en protesta contra la ley anti-gays- y la polaca Kasprzycka. La española y la rusa Chicherova se consolaban con una medalla de bronce. Y Shkolina, intratable, acababa la lucha por el oro con otro salto a la primera -solo hizo un nulo sobre 1,93- por encima de 2,03.

Ruth Beitia ya no se moja. Seguramente, impulsada por esta medalla de bronce dotada con 20.000 dólares, seguirá un año más. Aunque su final no puede quedar muy lejano. Apurará este equilibrio vital, este karma que disfruta después de 23 años practicando atletismo, 13 de ellos en la elite, mientras sea más fuerte que la llamada de la maternidad. Porque no son solo los éxitos que se suceden, una medalla detrás de otra, un éxito y otro más, sino el estatus que ha alcanzado dentro de su deporte. Porque la cántabra, a sus 34 años, es un modelo a imitar por los jóvenes que empiezan y que ven en ella a una profesional íntegra y una competidora voraz. Y luego está el plano personal, esa Ruth jovial y extraordinariamente positiva que alegra la vida de todos los que la rodean.

Checa, décima

Loli Checa no se colgó ninguna medalla en Moscú, pero se marchará casi tan contenta como la capitana Ruth Beitia. O como Miguel Ángel López, que logró en los 20 km marcha la primera de las dos preseas para España. La valenciana terminó décima (15:30.42) en una final de 5.000 que fue una bendición para ella porque hacía solo 11 meses que había sido madre por segunda vez. Esta fondista de gran clase (en el 5.000, sin ir más lejos, tiene una marca de 14:46.30 y Meseret Defar venció con 14:50.19) completó, además, la gran actuación de los atletas de Antonio Serrano (todos entre los 15 primeros), otro de esos entrenadores que ayuda a sostener el atletismo español en tiempos de crisis. Otro de sus pupilos, Javi Guerra entró decimoquinto (2:14.33), primer europeo clasificado, en el maratón.