Nadal celebra un golpe ganador ante Dimitrov. / Eric Gaillard (Reuters)
Tenis

Nadal, en su principado

El balear disputará su novena final consecutiva en Montecarlo, de nuevo contra Djokovic, ante quien rompió el pasado año su mala racha

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Rafa Nadal alza los brazos, sonríe, aplaude a su rival y saluda a la afición. El ritual de siempre donde siempre. El balear está en su principado, en su tierra, donde este domingo tiene la oportunidad de seguir hacer historia. Más aún. Es en Montecarlo donde se deshace de Jo-Wilfried Tsonga, donde consigue su victoria número 46 consecutiva. Algo muy extraño tiene que suceder para que Tsonga le pueda ganar a Nadal sobre tierra batida. Y más, si se juega a nivel del mar y con viento. Eso no quita para que una versión excelsa del francés le dé un susto en el tramo final del segundo set. Pero si se exceptúan esos últimos juegos de la última manga, el español es notablemente superior a su rival, al que vence por 6-3 y 7-6 (3).

En la final (14.00 h. Teledeporte) espera de nuevo Novak Djokovic, a quien Nadal derrotó el pasado año para romper su racha de derrotas ante el serbio -siete seguidas- y conquistar entonces su octavo título consecutivo en el Masters 1.000 de Montecarlo. Djokovic arrolló este sábado en su semifinal al italiano Fabio Fognini (6-2 y 6-1), pero además de perder aquí la final de 2012, también ha caído ante el español en sus tres últimos enfrentamientos.

«Algunos años tienes la sensación de que ganando solo empatas. Este año cada victoria significa muchísimo para mí», confiesa Nadal tras su triunfo ante Tsonga. «Es una sensación increíble. Quizá este año tenga un significado más especial que otros», añade. Nueve años después de su primera victoria en tierras monegascas, la ilusión sigue intacta. Durante el partido, el viento también se asoma para presenciar al rey de la tierra batida. Hasta eso parece favorecerle a Nadal, cuyo juego se adapta mejor a esas difíciles condiciones frente a un Tsonga al que se le ve visiblemente molesto e incómodo. El de Manacor juega con margen de error para evitar los errores no forzados. Un juego que contrasta con el tenis directo y recto de su rival.

Tsonga tiene la lección aprendida: busca puntos cortos. Quiere evitar los intercambios eternos; no quiere enredarse en la telaraña de Nadal. Y al inicio del set parece ir por el buen camino. Dos bolas de rotura le permiten poner nervioso al balear. Pero enfrente está Rafa, que tiene la templanza suficiente para darle la vuelta a esa situación y hacer el 'break' a continuación.

La iniciativa del juego, que perdió en el segundo set ante Dimitrov, no consigue recuperarla ante Tsonga. Opta por otra estrategia. El primer set lo gana por consistencia, porque es el número uno sobre tierra batida y porque dos metros por detrás de la línea tiene prohibido fallar una bola. La agresividad en su tenis decae en favor de la regularidad y de la eficacia. No es un tenis vistoso, de tiros ganadores, pero es una forma perfecta de desesperar a Tsonga.

Nadal sufre al final

El de Manacor es capaz de cortar la hemorragia de errores no forzados sufrida ante Dimitrov -en la primera manga cometió solo cuatro-, al mismo tiempo que al galo la pista se le hace del tamaño de una de pádel. No hay huecos; no hay soluciones. Las heridas las tiene Tsonga, que no para de recibir golpes. Con el primer set ya en su haber, Nadal se suelta un poco. De vez en cuando tira una derecha ganadora o un 'passing-shot' de revés. Está mucho más a gusto.

El francés va poco a poco diluyéndose. Si al principio del encuentro parece poco probable que pueda ganar al español, en el ecuador del segundo acto ya es un hecho su derrota. Las roturas de servicio a favor del balear le van allanado el camino. Nadal está 5-1 y saque. Es decir, lo tiene hecho. Pero Tsonga se empeña en resurgir. Eso y que Nadal vuelve a diluirse extrañamente. Con 5-2 tiene tres bolas de partido -un 0-40- que le abren de par en par las puertas de la final. Sin embargo, el francés levanta esa complicada situación. Se lanza a la red con su servicio y empata la manga. El público se vuelca: «¡Tsonga, Tsonga!». Normal. Quiere ver más partido. Desea ver un tercer set.

Después de dejar escapar una nueva bola de partido, el español se encuentra en la muerte súbita. Está muy atrás en la pista, pero uno de esos 'passing-shots' imposible que solo ha hecho, hace y hará Nadal le catapulta en el 'tie-break' y le permite jugar su novena final en el Principado. Casi nada