Un joven saca dinero de un cajero. / Archivo
LA AYUDA A LA BANCA

¿En qué afecta a los clientes la reforma bancaria?

El repunte del crédito llevará tiempo; primero se notará la reducción de oficinas y el aumento de comisiones

MADRID Actualizado: Guardar
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El crédito de los bancos a las empresas y familias españolas cayó el 5,2% en los últimos doce meses, un ritmo que se ha ido acelerando en los últimos tiempos. La alarma está fundada, pues se trata del descenso más acusado del último medio siglo. Con la reforma bancaria, el Gobierno pretende, además de aliviar la indigestión de ladrillo que han padecido las entidades, que vuelva la confianza a los mercados y que se abra el grifo de la financiación porque, sin recursos para el gasto y la inversión, ni se recuperará el crecimiento económico ni se relanzará el empleo. Pero el sector piensa que el repunte del crédito llevará tiempo. Antes, los clientes bancarios van a percibir otros efectos, no todos negativos, del fuerte proceso de integración de instituciones de crédito. La reducción de oficinas, el aumento de comisiones y la guerra del pasivo ya se están notando.

Difícil acceso a los préstamos: Las diez entidades españolas que participan de la encuesta europea de préstamos bancarios aseguraban, en la consulta realizada en julio, que se proponían mantener los sin cambios criterios de aprobación de nuevos préstamos a hogares para la compra de vivienda, gastos de consumo y otros, mientras iban a ser más restrictivos con las grandes compañías y en los plazos largos. Uno por uno, los dirigentes bancarios aseguran que si no dan crédito es porque no les llega demanda con garantías de pago. Las fortísimas exigencias de saneamiento que tienen que aplicar les han movido, sin duda, a aplicar a las solicitudes un filtro cada vez más tupido.

Menos oficinas: La concentración bancaria que arrancó en 2009 con la fusión de tres cajas catalanas ha reducido hasta ahora en 4.565, un 10% del total, el número de sucursales desde entonces. El recorte que viene puede superar el 25%, según fuentes del sector. El 'número dos' del Santander, Alfredo Sáenz, calcula ahora que sobran 15.000 oficinas, un tercio de las existentes. Incluso llega a pronosticar que, en 2016, la cuota que alcanzará su grupo, sumada a la de BBVA, supondrá el 25% del total de oficinas con el 30% del volumen de negocio. Su competidor Francisco González cree que los actuales 14 grupos se verán reducidos a diez en el plazo de uno a dos años. España era uno de los países más bancarizados del mundo: frente a la concentración, ahora se intenta avanzar a buen ritmo en el desarrollo de canales no presenciales, teléfono e internet. Pero los usuarios cada vez tienen que soportar un coste más elevado del uso de cajeros de distinta red, más frecuente tras el cierre de sucursales.

Comisiones más altas: Para compensar la reducción del volumen de negocio y atender a la exigencia de provisiones, los bancos cada vez cobran más por todo. En paralelo, también se ha recrudecido la competencia entre programas de fidelización. El usuario bancario puede protegerse del alza de comisiones negociando directamente las condiciones de la prestación de servicios.

Protección del ahorro: Cuando un banco no puede atender sus pagos, la protección del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) se extiende a las cuentas, depósitos y valores depositados, pero no a otros productos financieros como los pagarés. Los pagarés quedan al margen. El importe garantizado máximo de los depósitos es de 100.000 euros por cada titular, con independencia del número y clase de depósitos que tenga en la entidad. También se garantiza, con independencia de la anterior, idéntica cantidad como máximo de los valores o instrumentos financieros confiados. La última reforma ha liberado al FGD, dotado con recursos de la banca privada, de la función auxiliar que tenía que desempeñar en el rescate bancario. Cuando se apruebe la unión bancaria se creará, a comienzos de 2013, un fondo de garantía de depósitos común para todos los países europeos que la integren.

Mayor transparencia: Las entidades no podrán colocar a los clientes particulares unos productos de ahorro complejos -participaciones preferentes, títulos subordinados- sin informarles de las consecuencias. Los suscriptores no profesionales tendrán que firmar de su puño y letra que conocen bien todas las condiciones. Se va a exigir un desembolso mínimo de 25.000 euros en las sociedades cotizadas y de 100.000 euros en las que no lo están. Previamente las habrán adquirido un 50% de inversores institucionales, buenos conocedores de lo que compran y que no se dejan seducir facilmente.

Más retribución: La penalización por pagar altos tipos ha desaparecido, y los clientes pueden celebrar el retorno de la guerra del pasivo. En los últimos meses, entidades que han recibido ayuda tratan que evitar la fuga de clientes y las que operan en internet han forzado al resto a elevar las remuneraciones. Ya se pueden contratar depósitos a seis y doce meses con remuneraciones que -en casos extremos- llegan al 4,75% y hasta los gigantes del sector hacen ofertas, generalizadas o individuales, por encima del 3,5%.

Precio de la vivienda: Una sociedad de gestión, el bautizado como 'banco malo', se pondrá en marcha con las viviendas que los bancos se han adjudicado por impago, las promociones en marcha, los préstamos y otros activos inmobiliarios. Será un 'negocio' de enorme dimensión, porque el sector tiene nada menos que 305.000 millones en créditos a promotores, de los que apenas 117.000 pueden considerarse sanos. El resto se tiene que vender en el plazo de quince años. Como el traspaso se realizará con un descuento aún por determinar, y un equipo experimentado se encargará de la dirección del 'negocio', los pisos saldrán más baratos y aumentarán las oportunidades para los compradores de menor poder adquisitivo.

Menor riqueza: Desde el primer momento, la expectativa de que salga al mercado una abundantísima oferta inmobiliaria a precios más bajos va a recortar el valor que ahora se puede atribuir a las viviendas que ya están en el mercado. Otro efecto indeseable será la pérdida del efecto riqueza de los propietarios de pisos, lo que limitará aún más su ya reducida propensión al consumo. Muchos hipotecados constatan que deben más de lo que poseen. Y los dueños que ya no tienen cargas pendientes se dejan llevar por la idea de que su principal patrimonio ha sudrido una drástica pérdida de valor.