Miguel Krassnoff. /Archivo
CHILE

Un cosaco en la dictadura de Pinochet

El homenaje a Miguel Krassnoff, uno de los represores con más condenas, desata una ola de indignación en el país y fuertes críticas al presidente Piñera

MADRID Actualizado: Guardar
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El acomodado barrio de Providencia de Santiago de Chile y su pulcro clima residencial se vieron sacudidos el pasado lunes por una batalla campal. Fuerzas policiales y antidisturbios se enfrentaron con un gran despliegue de medios a los manifestantes que habían llegado hasta los aledaños del selecto Club Providencia para impedir el acto de homenaje al exbrigadier Miguel Krassnoff Marchenko, uno de los principales represores del régimen del general Pinochet. El exmilitar se encuentra en Penal Cordillera de Santiago tras ser condenado a 144 años de cárcel por violaciones de los derechos humanos.

Cargas policiales, bombas lacrimógenas y camiones lanza-agua trataron de disolver a los manifestantes que querían impedir el acceso de los asistentes al acto en el que se presentó la cuarta edición del libro ‘Miguel Krassnoff. Prisionero por servir a Chile’ de la historiadora Gisela Silva Encina. En la obra se rechazan todas las acusaciones y testimonios que llevaron a su protagonista a prisión. Los medios pinochetistas han desplegado una gran aparato propagandístico para intentar liberar a su héroe, incluido un blog que lleva el nombre. (miguelkrassnoff.blogspot.com). Sin embargo, las evidencias son apabullantes y, excepto la minoría recalcitrante pinochetista, nadie cuestiona la siniestra trayectoria del exbrigadier.

Krassnoff es hijo y nieto de jefes cosacos que lucharon durante la Segunda Guerra Mundial al servicio de la Alemania nazi. Capturados por el Ejército británico, ambos fueron entregados a la URSS y fusilados en el penal de Lefortovo, tras ser condenados por criminales de guerra y traidores a la patria. Según Gabriel Zaliasnik, ex presidente de la comunidad judía de Chile, el abuelo de Miguel Krassnoff "fue un criminal de guerra que dirigió a los Cosacos del Don, en Ucrania, siendo responsable de numerosas matanzas de judíos de esas zonas", en las que perecieron cerca de 150.000 personas.

Al acabar la guerra, la madre de Krassnoff y su hijo recién nacido en Austria emigraron en 1948 a Chile donde trataron de rehacer sus vidas, aunque con el paso de los años ambos se distanciarían. Asociaciones de Derechos Humanos consideran que un joven teniente Krassnoff participó en el asalto y saqueo de la casa del ex presidente Salvador Allende el día del golpe de Estado. Los testimonios de varios supervivientes del Estado Nacional de Chile, entre ellos Osiel Núñez Quevedo, le recuerdan también como el tipo alto que provisto de una ametralladora, casco militar y gafas oscuras como las de Pinochet recorría con la mirada a los detenidos y les gritaba “¿Me escucha la escoria latinoamericana? ¿Me escucha la cloaca marxista?”. Los detenidos tenían la obligación de contestar de modo militar:”¿Sí Señor, sí señor!”. Él solía responder diciendo: “Que bien hablo, soy un Príncipe”. Esa frase quedó grabada en la memoria de los detenidos que le comenzaron a llamar ‘el Príncipe’. De todos los militares responsables del estadio, según Núñez, Krassnof fue el más destacado por su crueldad. Entre las víctimas sobre las que más se ensañó estaba Víctor Jara, cantautor que se había destacado por sus posturas izquierdistas. El ser tan conocido le acarreó repetidas palizas y que el exbrigadier lo exhibiera como un trofeo ante otros mandos militares. El cadáver de Jara aparecería sin identificar. La autopsia anotó 44 impactos de bala.

Centros de tortura

Krassnoff pasó luego a dirigir varios centros de tortura de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) donde destacó por su dureza y frialdad. La escritora Mónica Echeverría en su libro ‘Krassnoff, arrastrado por su destino”, tras un exhaustivo trabajo de investigación, le describe como culto y conversador, pero implacable en las torturas, ególatra y con un especial rencor hacia las mujeres a las que trataba aún peor si cabe que a los hombres. Sus víctimas recuerdan que era uno de los pocos represores al que no le importaba decir su nombre real. Entre los asesinados con su participación directa figuran el sacerdote español Antonio Llido y la joven periodista Diana Arón que, a pesar de su avanzado estado de gestación, fue sacada de la cama de un hospital, torturada y asesinada. Krassnoff es uno de los represores que más condenas judiciales en firme ha acumulado en los últimos años, veintitrés, solo superado por Manuel Contreras y Pedro Espinoza, jefes máximos de la DINA.

Tras dos décadas de consolidación democrática, el estallido social provocado por el ‘caso Krassnoff’ se atribuye en gran parte a las implicaciones políticas. Uno de los convocantes del acto fue el alcalde de Providencia, Cristian Labbé, defensor de Pinochet y militante de la Unión Demócrata Independiente (UDI) uno de los partidos de la coalición de Gobierno. El propio presidente Sebastián Piñera fue invitado al acto pero una asesora le excusó por carta, no sin expresar ante sus “mejores deseos de éxito a los organizadores”. El escándalo provoco que esta asesora fuera despedida y que Piñera se limitara a comentar en Twitter que “condena y siempre he condenado las violaciones de los derechos humanos”.