OPINIÓN

La amenaza creciente de Pakistán

Potencia nuclear, con una sociedad muy dividida, una corrupción endémica y un sistema político altamente inestable, supera con creces la descripción hecha por la expresidenta Benazir Bhutto de 'el país más peligroso del mundo'

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Desde la eleccion del nuevo presidente hace un par de años, el país ha sido presa de una crispación que ha empeorado mes a mes. Ha subido el volumen del ruido de los extremistas –en concreto de los radicales religiosos– mientras callaban muchas de las voces de los moderados. El sistema político está estancado y sufre una enorme presión desde dentro y desde fuera: el estallido de la violencia era inevitable y solo una cuestión de tiempo.

Un representante del pueblo, constitucionalmente elegido, fue abatido a tiros en la calle por un fanático. Pero no se trata del atentado contra la congresista demócrata Gabriele Giffords, que ha dejado seis muertos en Arizona o los radicales del movimiento derechista, el Tea Party, en Estados Unidos. Se trata de Pakistán y del asesinato del Salman Taseer, hasta hace poco el gobernador de la provincia del Punjab. Taseer era un regidor progresista y uno de los líderes más importantes de la tendencia laica en el país. Su asesinato ha puesto al descubierto una vez más las profundas líneas divisorias en el país. La sacudida política de su muerte ha llegado hasta las capitales del mundo occidental.

Irónicamente, el presunto asesino era un miembro del destacamento de guardaspaldas del gobernador. Sin embargo, en vez de velar por la seguridad del regidor, el acusado ha dicho que actuaba para proteger la honradez de Alá porque Taseer se opuso a la estricta ley contra la blasfemia que ha condenado a una mujer cristiana (y a toda su familia) a muerte. Pero hay razones mucho más hondas de esta violencia que debe preocupar de forma grave a la comunidad internacional.

El Gobierno federal está paralizado. El primer ministro, Yusuf Raza Gilani, encabeza una coalición que ya no tiene mayoría en el Parlamento. No ha sido capaz de ganar el apoyo necesario para aprobar los presupuestos generales del Estado, la tasa de inflación está por encima de 15%, la criminalidad no deja de aumentar y muchos de los servicios básicos, como el agua y la luz, no son fiables. Pero el rencor entre los partidos de la oposición es tal que no hay posibilidad de un relevo a corto plazo. Es de dominio público que los partidos políticos paquistaníes están enfrentados entre si de forma permanente, salvo cuando se habla de la India, una cuestión que une a todos.

Ante este panorama, algunas agencias internacionales, como el FMI, están comenzando a retirar su apoyo a Pakistán. Puede ser comprensible, pero constituye un craso error, ya que la pérdida de control del Gobierno en el Parlamento es lo de menos. Mucho más preocupante es la pérdida de control por parte del Estado de partes importantes del país (en concreto de los territorios colindantes con Afganistán) y sobre un departamento clave de su administración (los servicios de inteligencia, el ISI).

El caos político y económico está abriendo un inquietante vacío que los radicales no dudan en tratar de llenarlo. Los estrategas de la OTAN saben que Pakistán es un aliado esencial en la lucha para derrotar o, lo menos, vigilar a los talibanes y a Al-Qaida. En gran medida nuestra seguridad en Europa depende del desarrollo de los acontecimientos que suceden en la llamada zona 'Afpak' (Afganistán-Pakistán), una región donde los islamistas radicales se adiestran y preparan ataques contra Occidente. No hace falta más que recordar los atentados frustrados por las fuerzas de seguridad europeos en las últimas semanas o el terrorista suicida, estrechamente vinculado a Pakistán, que hizo explotar un bomba en una calle de Estocolmo antes de las navidades. Para evitar una tragedia mayor, la cooperación del Gobierno y el ISI en Islamabad es imprescindible.

Potencia nuclear, con una sociedad muy dividida, la corrupción endémica y un sistema político altamente inestable, Pakistán supera con creces la descripción hecha por la expresidenta Benazir Bhutto de 'el país más peligroso del mundo'. Asesinada en 2001, sus proféticas palabras son mucho más relevantes en estos últimos días.