sudáfrica 2010

Fritz Walter, el germen de la mentalidad alemana

Prisionero en varios campos de concentración y destinado a trabajos forzados en Siberia, el fútbol le permitió dar la vuelta al destino y regresar a Alemania tras la II Guerra Mundial para sorprender al mundo en Suiza ganando el campeonato

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Fiedrich Walter es hoy denominado en muchas ocasiones como 'el rey del Palatinado', u otros apodos grandilocuentes, y todo el mundo le llama por su diminutivo 'Fritz', pero sus vecinos fueron bastante desconfiados y reticentes con él durante sus primeros años. Hijo de un hombre que se había buscado la vida en los Estados Unidos y casado joven con una glamourosa italiana, despertó las suspicacias de una comunidad cerrada. Sin embargo, los ojeadores del club más importante de la zona, el Kaiserslautern, carecían de esos reparos ante un talento tan evidente y le ofrecieron pronto un puesto en el equipo que le abriría a un debut temprano en la selección.

Todo indicaba un ascenso meteórico en el fútbol y en su vida hasta que llegó una llamada indiscutible. Las fuerzas armadas obligaban a Fritz Walter a alistarse al inicio de la II Guerra Mundial en el ejército y le mandaron al frente. Tras unos años en zonas de poca conflictividad en las que compaginaba la vida castrense con partidos organizados por los oficiales, fue capturado por las tropas americanas en 1945 y poco después fue transferido a las autoridades rusas. Fue trasladado unto a otros 40.000 prisioneros a las cárceles de Siberia, donde le esperaban unas condiciones difíciles.

En una de las paradas del camino, en un campo de concentración en Ucrania, los soldados habían organizado un partido informal. El balón, en uno de los lances, cayó cerca de él y Fritz Walter lo devolvió con tanta clase a sus carceleros que le ofrecieron formar parte de aquella pachanga. «Ni por un sólo instante pensé en esos compañeros nada habituales con los que jugaba. Éramos futbolistas y nada más», justificaba el alemán cuando recordaba aquella situación. En el descanso se le acercó uno de los otros jugadores: «Te conozco. Del Hungría-Alemania en Budapest de 1942. Ganasteis 5-3». A la mañana siguiente su nombre fue borrado de la lista de enviados al frío del norte y eso probablemente le salvó de una muerte inmediata. "Fue el verdadero partido de mi vida" ha reconocido posteriormente el propio Walter.

Con una Alemania en reconstrucción y con las gentes pensando en cubrir sus necesidades básicas para sobrevivir se hacía difícil pensar en un equipo de fútbol competitivo para el mundial de Suiza de 1954. Para entonces, Fritz Walter ya contaba con 34 años, su paso por los campos de concentración y las secuelas de la malaria. Sin embargo, contaba con la mentalidad estoica, como buen criado en el Palatinado, y con la camaradería adquirida durante sus anteriores participaciones con la selección. Así, se convirtió en el capitán de un conjunto destinado a crecer en torno a él, un centrocampista que dominaba la estrategia en todas las zonas del campo, con capacidad para la improvisación y un innato olfato para el gol.

'El milagro de Berna'

La participación de Alemania Federal en el torneo tuvo una planificación estratégica que le permitió dar la sorpresa. En la fase de grupos el técnico germano presentó un equipo compuesto de reservas ante los temibles húngaros y sufrieron una goleada que provocó las críticas de la prensa y los aficionados. Sin embargo, tras acceder a las eliminatorias y alcanzar la final las circunstancias habían cambiado. Los alemanes sufrieron el gran poder de aquella selección que llevaba cuatro años sin perder y tuvieron que remontar contra pronóstico gracias al liderazgo de Walter y su autoconfianza. Aquel triunfo cambió la mentalidad de sus conciudadanos en un momento de trágica reconstrucción para ofrecer las esperanzas y la fortaleza mental que ahora es símbolo de su deporte.

La victoria se vendió en su país como 'el milagro de Berna' y se potenció el triunfo sobre su 'némesis', el húngaro Ferenc Puskas, como retrataría posteriormente el premio Nobel Gunter Grass en uno de sus capítulos de 'Mi siglo'. Sin embargo, Fritz Walter era un tipo generoso y amable que había trabado amistad con el magiar hasta el punto de enviarle varias botellas de champán tras la final para consolarles por el inesperado disgusto.

En 1956 volvería a ser titular con una selección de Alemania Federal que terminaría cuarta en el Mundial pero no perdería su identidad. Tampoco los germanos han querido olvidar al humilde Walter -fallecido en 17 de junio de 2002-, símbolo y paradigma de Kaiserlautern y de Alemania. Todavía hoy se le recuerda cuando llueve de manera constante con una frase hecha: «Hace un tiempo Fritz Walter».