REPORTAJE

El 'terror de las cárceles' dejó huellas de su zapato marcadas en el cadáver de otro preso

Fabrizio Joao Silva, juzgado esta semana en Cádiz, fue condenado por haber matado a golpes y patadas a un recluso en Córdoba. El informe forense fue demoledor

MARÍA ALMAGRO

El preso que esta semana acudía a la Audiencia Provincial de Cádiz para rendir cuentas sobre su supuesta agresión a varios funcionarios de Puerto III, ya había dejado atrás su firma . Fabrizio Joao Silva ha sido condenado (con sentencia firme) en dos ocasiones. La primera, por asesinar a su pareja en 2006. Le cayeron 22 años de pena. La segunda, en 2014, por acabar con la vida de otro recluso en la prisión de Alcolea (Córdoba) al que mató a golpes y patadas. Un jurado popular lo declaró culpable y el Tribunal Supremo ratificó 18 años de prisión.

Los hechos ocurridos en el centro penitenciario cordobés se asemejan bastante a lo que sucedió en Puerto III . Aunque en aquella ocasión, Fabrizio no utilizó un arma, sí actuó con una violencia «desorbitada», según expone la sentencia. Prueba de ello es el examen que los forenses hicieron al cadáver de la víctima, un preso de 34 años que estaba también en el módulo de aislamiento. Bastante más pequeño que los 120 kilos de su agresor, por cierto. Según este informe, en el cuerpo del reo quedaron marcadas las huellas de las zapatillas de deporte que llevaba puesta Fabrizio. De hecho, esa fue una de las periciales determinantes para probar su autoría.

Pinchos, intervenidos a presos en Puerto III. Abajo derecha, fleje artesanal similar al utilizado por Fabrizio en el ataque por el que ha sido denunciado.

También ocurrió durante la mañana. Como en Puerto III. Poco antes de las nueve el asesino y su víctima fueron llevados por funcionarios a una sala que le correspondía por sus características presidiarias. En un momento dado, estando los dos solos, el agredido entró en el cuarto de baño y el acusado, «sabedor de que la falta de iluminación que había y que el espacio reducido evitaría el control por las cámaras de vigilancia de la que disponían los funcionarios, entró tras él».

De este modo, «con el ánimo de acabar con su vida, sin mediar palabra , aprovechándose de la diferencia de corpulencia entre ambos, y por causas que no han quedado suficientemente acreditadas», comenzó a pegarle hasta causarle la muerte.

Le golpeó en multitud de ocasiones. En la cabeza, en el tórax y en el abdomen y le provocó contusiones craneoencefálicas múltiples, fracturas, hematomas, lesiones de varios tipos y policontusiones en extremidades que dieron lugar a un shock multiorgánico secundario a politraumatismo cráneo encefálico y toráxico abdominal que provocó su muerte ese mismo día a las tres de la tarde.

Según el fallo, el acusado entró en el baño tras el fallecido, «de forma inesperada, por sorpresa e inopinadamente comenzó a golpearle, aprovechando por tanto esa situación para evitar cualquier tipo de defensa por parte de la víctima, quien efectivamente no tuvo ninguna oportunidad de defenderse y repeler la agresión». Esta forma de actuar recuerda claramente a la que tuvo supuestamente el procesado en el caso de Puerto III, cuando al salir de la celda e iban a cachearle arremetió de manera también inesperada contra ellos. Esta vez con un arma, el fleje artesanal que parece que se había fabricado usando la pletina de un zapato.

El día de autos, 11 de junio de 2014, el departamento de aislamiento de esta cárcel cordobesa albergaba a 31 internos, de los cuales, en la modalidad de vida 91.3 había cinco, incluidos acusado y víctima. En Puerto III, había una quincena.

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