MUERE JUAN CARLOS ARAGÓN

Juan Carlos Aragón-Mario Benedetti: Versos de vida, poesía hasta en la muerte

El mismo día, diez años después de la despedida del poeta uruguayo, se marcha su admirador y discípulo que unió las dos orillas en su Carnaval

Mario Benedetti y Juan Carlos Aragón. LA VOZ

José María Aguilera

Hasta la muerte puede resultar poética . Juan Carlos Aragón, versos de vida , el orfebre de la literatura popular gaditana, se ha marchado el 17 de mayo . El día del mes de la primavera, de esas noches en las que la sábana está más caliente; y luego no hay ningún ensayo.

El mismo día, diez años después, que se derramaba la tinta y se congelaba la pluma de Mario Benedetti . Su admirado Benedetti . El juglar del otro lado del charco, de esta tierra lejana de otro continente que él abrazo al oír latir el son de un pueblo que era amigo y hermano .

El gaditano hilaba dos maneras de entender la vida unidas por el Carnaval , que fundía su sentimiento. Con Araka la Kana (2007) Cádiz cantó en uruguayo y Montevideo reconoció las raíces de su folklore en la vieja de Occidente, otorgándole la capitalidad.

Mario Benedetti y Juan Carlos Aragón

Y cada noche, a su lado, ese poema del profesor que siempre le concedió la tregua. «Me da pena de un mundo que vive de espaldas a la poesía», escribía el propio Aragón en El Desmarque cuando «anoche un poema arañó mi alma».

«Tenía a Benedetti a la derecha , cerrado» y saltó el verso 'Elegir mi paisaje' . «Ah, si pudiera elegir mi paisaje, elegiría, robaría esta calle, esta calle recién atardecida».

Admiró su vida y su obra, (como si pudieran desligarse). Su carácter luchador pese a la templanza de su verbo, su mensaje tan sencillo de implacable complejidad , su enraizamiento y defensa de la cultura popular.

De él dijo que «podría haber sido un gran comparsista», como «Quevedo un buen chirigotero» . Aragón no alcanzó la popularidad de su reverenciado charrúa, al que al menos pudo corresponder en su enseñanza con 'La risa que me escondes', su libro de poemas.

«Benedetti podría haber sido un gran comparsista»

Su comparsa Araka la Kana resultó invitada para cantar en Uruguay impulsada por el éxito que hasta retumbó en esa orilla lejana ( su muerte, hoy, es noticia en Montevideo ). Allí conoció a Catusa Silva , el director de la ¿verdadera?, primigenia Araca la Cana.

Los expedicionarios conocieron muchos de los rincones de la gran ciudad. En uno de esos viajes en autocar, Catusa se dirigió a Juan Carlos, señalando a un viejecito de pelo blanco como la nieve que descansaba sobre un banco entre las palomas.

«Sabes quién es ese?»

«No»

«Es Mario Benedetti. ¿Quieres conocerlo?»

... Aragón dudó. Dudó. Pensó. Y dijo que no. Prefería quedarse con esa última imagen (moriría dos años después). Escogía guardarse para sí al Benedetti poeta, el artista, el genio. No la persona que, humana, con sus miedos e inseguridades, con su aciertos y desatinos, se escondía 'en la poesía como refugio'.

El viaje siguió su curso. Este 17 de mayo, cuando se recordaba la marcha del viejo Benedetti hace una década, su admirador profundo paraba su reloj a la espalda del Falla. Con la cejilla en el último traste, el teléfono sonando, las cartas sin abrir, las persianas hasta arriba...

Hasta la muerte puede resultar poética . Y profética.

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