A.NTONIO VÁZQUEZ
CÁDIZ

Guillén Moreno, cuando la vida sigue

La convivencia en este barrio de Cádiz resiste a pesar la droga y la delincuencia

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El camino a Guillén Moreno es largo. El andado y el que queda por andar. Porque aunque se ha avanzado mucho, se han difuminado las líneas que le separaban del resto de la ciudad y se han flanqueado muros que ahora están soterrados, los vapuleos de la crisis han hecho temer que se diera ahora marcha atrás. Como cuando la heroína provocó un terremoto en este barrio obrero de Cádiz y lo sacudió tan fuerte que muchos de ellos ya no lo contaron. Pero eso ocurrió hace ya años y Guillén Moreno se sacude ese estigma a diario para poder seguir caminando. Aquí lo importante es poder buscarse la vida. Como en todos lados. Como en todos los barrios.

Cádiz no es una capital con guetos.Entre otras cosas, no hay sitio suficiente para romper esas líneas que separan la normalidad de la marginalidad.

No existe ese lugar minado de violencia y delincuencia donde la Policía no puede entrar con garantías. Pero eso no significa que no haya problemas y que la mayoría de ellos vengan por el menudeo y lo que arrastra ese mundo. Guillén Moreno, como el Cerro del Moro se encuentran en ese mapa local del trapicheo que se extiende apenas 500 metros a la redonda. Y aunque no exista actualmente un repunte preocupante, la droga sí resiste. Así lo constatan los agentes que a menudo acuden a esta zona a desarticular puntos de venta y lo saben bien los vecinos que cada día ponen rostros a esta oscura realidad: en el bar, en la escalera, en el súper, en la calle. «Aquí nos conocemos todos. Sabemos quién se dedica y quién no», dicen. Pero, sin embargo, la vida cotidiana en este rincón de la ciudad es sorprendentemente normal. Ni los trapicheos ni los habituales robos en muchos de sus comercios han terminado por desmoronar la convivencia.

Entre recados y charlas de bar

La postal de Guillén Moreno es más o menos la misma que se puede ver en cualquier otro lugar de Cádiz donde cada mañana los padres llevan a sus hijos al colegio, la gente hace recados y charla con los vecinos a las puertas del bar o la farmacia y los niños juegan al balón. No hay una diferencia a simple vista. Lo complicado está dentro del portal.

«El problema de la adicción normalmente no lo tiene uno solo, toca a todo lo que le rodea», comenta un experto en narcotráfico. Y en este barrio son conscientes de ello. Porque la dependencia a la nada no existe, y ese algo–cocaína, hachís, heroína...– involucra siempre a más de uno:al que lo vende, al que lo compra y a los que están alrededor. Así lo cuenta Carmen, vecina de Marinero en Tierra desde hace más de cuarenta años. «No vivimos con miedo porque no se meten con gente del barrio. Los conocemos desde chicos y nos respetan, aunque claro... ¡a nadie le gusta que sus hijos o sus nietos vean determinadas cosas!». Esta vecina ha sido testigo de la evolución que ha tenido la barriada. «Ha mejorado mucho pero sigue habiendo problemas. Últimamente han salido algunos prisión y parece que está la cosa más movida».

La mayoría de los supermercados de la zona entre la avenida Juan Carlos I y San Severiano lo han comprobado. Lo cuenta un vigilante de seguridad. «Son pequeños hurtos. Entran, cogen lo que vienen buscando y salen corriendo por las puertas de emergencia donde a veces le espera otro en una moto». Este trabajador recuerda un episodio reciente. «Hace poco pillamos a uno.Cuando le pregunté lo que estaba haciendo, me miró y me dijo: ¿Qué quieres que haga? No tengo otra cosa…».

Este testimonio se confirma una calle más abajo. Allí en un pequeño súper han sufrido ya varios ‘palos’. «Miran por el cristal, ven si está tranquilo y entran». El objetivo es reunir sin mucha dificultad los diez euros que cuesta la ‘papela’. «Suelen robar quesos, jamones en loncha, aceite, detergente...». Ya, una vez en la calle harán lo posible para revenderlo y conseguir el dinero para su próximo ‘viaje’.

«Lo tenemos asumido», cuenta la dependienta de uno de estos comercios. «La mayoría de ellos tiene incluso orden de alejamiento de nuestras tiendas pero aún así lo vuelven a intentar. No hay manera de que lo dejen...». Ni siquiera cuando se han llevado algún susto. «Hay propietarios que ya hartos han llegado incluso a las manos con ellos para echarlos». Uno de esos incidentes se produjo en uno de los bazares del barrio. Sus dueños, que llevan unos cinco años con el negocio abierto, han decidido traspasarlo. «Les han roto dos veces el escaparate y suelen venir a robar a menudo». La ropa interior y la espuma de afeitar son dos de los artículos que más se llevan. «A veces los veo por la calle y me saludan». No bromea. Es así. «Como cuando me llegó uno con un televisor para ver si lo quería...».

«El problema es que hay gente que sí les compra», interviene otra vecina. «Pero una vez que llaman a tu puerta y les dices que ‘no’ ya no lo intentan más».

La labor de los vecinos, clave para levantar la barriada

Sabedores de a lo que se pueden enfrentar si la cosa va a más, los vecinos de Guillén Moreno, se resisten a que el barrio caiga en los mismos errores que se cometieron en el pasado. No se quedan dormidos y batallan desde hace años por medio de asociaciones y colectivos para levantar esta barriada repleta de gente trabajadora que nada tiene que ver con la delincuencia ni las drogas.

Por eso a menudo son ellos mismos los que dan la voz de alarma a la Policía. Hartos de que el ‘menudeo’ se instale en sus esquinas y portales, han avisado en alguna ocasión de lo que ocurría si veían demasiado trasiego de toxicómanos por un portal. Una de sus denuncias a la Unidad de Pequeño Tráfico puso en marcha el pasado año un operativo que se saldó con la detención de diez personas. Todas ellas vivían en Guillén Moreno y se dedicaban a vender especialmente rebujito (una mezcla compuesta de heroína y cocaína).

Además de estas denuncias ciudadanas, el trabajo de colectivos como la asociación de vecinos Fermín Salvoechea es clave. Intentan fomentar la convivencia y la solidaridad. Tienen las puertas del local abiertas a todo el mundo y prestan ayuda siempre que pueden. También han promovido el deporte entre la juventud. La educación y la formación es básica para intentar, entre todos, que no vuelva a pasar lo mismo.

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