carranza 2014

El levante devuelve la normalidad a la playa

La playa gaditana que fue testigo de las barbacoas vuelve a la rutina de sol, baños y paseos por la orilla a pesar del fuerte viento

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No pocos valientes han regresado al 'campo de batalla' de las barbacoas del Trofeo Carranza para disfrutar de un domingo de playa marcado por el fuerte viento de levante.

Tras el dispositivo de limpieza, la playa ha vuelto a quedar habitidada para su uso ordinario. Esta labor ha sido realizada por 300 personas, que contaron con 5.000 bolsas de basura y 2.500 ceniceros ecológicos para repartir entre los participantes de las barbacoas, con el fin de minimizar el impacto de los desechos en la zona.

Las barbacoas, solo para los más 'jartibles'

Nadie, -o casi nadie-, siente ya en Cádiz como propia la noche de las barbacoas. Los gaditanos hace tiempo que saben que esta celebración se ha desvirtuado, perdiendo gran parte de su esencia, y lamentan que «una fiesta tan típica de Cádiz se haya convertido en un botellón». Los foráneos y turistas, sobre todos los más jóvenes, se limitan a eso; a hacer botellón en la playa, aprovechando que es sábado, que se les permite, y que el mar está ideal para darse un chapuzón nocturno.

Y es que las barbacoas del Trofeo Carranza, ese torneo futbolístico que congregaba a miles de hinchas y que tenía tanta solera que todos los equipos punteros de Europa querían venir y que ahora, (salvo honrosas excepciones), eluden de sus calendarios, suponía un verdadero evento para la ciudad de Cádiz, y eran el final oficioso del verano en la capital. Pero hablamos en pasado. Al cierre de esta edición, y con una merma en la afluencia que se ha venido acentuando en los últimos años, la noche de barbacoas de ayer volvía a dejar malos presagios. A falta de datos oficiales, que serán aportados hoy por el Ayuntamiento, todo apunta a que la cifra de asistencia será muy inferior a las 33.000 personas que acudieron en 2013.

Las barbacoas del Carranza parecen haber tocado techo, o mejor dicho, haber alcanzado su suelo de interés. La mayoría de familias gaditanas ya no quieren mezclarse con los chavales «que beben más alcohol que comen». Los más osados prefieren el ambiente tranquilo de La Caleta, o acudir «a tomar el fresquito» y añorar tiempos mejores de esta fiesta. De hecho, durante las primeras horas de la noche el paseo marítimo se saturó de personas, la mayoría de las cuales no participaba directamente de las barbacoas, y cuyo gentío mezclaba curiosos, turistas y gaditanos. Pero siempre quedan excepciones. Un grupo autóctono y asiduo al evento en la última década reconocía la pérdida de interés de las barbacoas, pero se mostraban «encantados con poder volver a pasar la noche en familia en la playa y tener más sitio para divertirnos».

La pérdida de fuelle de las barbacoas se relaciona directamente con el macrobotellón dominado por chicos de entre 15 y 20 años, en su mayoría de más allá de Cortadura, en que se ha convertido. Ayer eran visibles grupos de Sevilla, otras localidades de la provincia, e incluso Huelva, que llegaban en sus coches particulares, «dispuestas a pasar la noche de marcha».

En los últimos años las barbacoas se han convertido en algo molesto pero difícil de erradicar; para los operativos de limpieza es una acumulación de suciedad mayor de lo habitual; para la policía y los efectivos de emergencia es un problema añadido a un ya de por sí complicado fin de semana de agosto; y para los hosteleros en un estertor del turismo de bajo poder adquisitivo.

Pero sobre todo, para el Ayuntamiento, las barbacoas son un compromiso difícil de eludir, que nadie se atreve a prohibir, pero que cada año se intenta que pase lo antes posible.

Aún así, todavía hay a quien le gustan. El fuego, la carne al carbón y sobre todo la bebida, -mucha bebida- empezaban a llegar ayer a La Victoria a primera hora de la noche. Ni la prohibición de acotar la playa evitó que en algunos lugares entre los módulos 2 y 4 se produjera el vallado improvisado de los jóvenes con chanclas, sombrillas o bártulos de todo tipo. Pero casi no hacía falta porque el espacio sobraba, y los 1,2 kilómetros lineales de arenal que se habilitaron fueron más que suficientes para los asistentes.

Antonio y Mari Carmen llegaban desde Chiclana. «Es el segundo año que venimos», explicaban. «Sabemos que esto no es lo que era, pero nosotros seguiremos viniendo mientras nos dejen». Los dos eran conscientes de que su diversión genera molestias y obliga a un dispositivo costoso y muy numeroso para la administración local.

Los que hacen su agosto son los supermercados, pero sobre todo las tiendas que venden hielo, helados o productos de última hora, caso de las barracas. «A nosotros nos perjudica, porque espanta a la clientela». Son palabras del responsable de un bar de copas ubicado en el paseo, que lamentaba que «pese a la gran cantidad de gente que viene, para nosotros es como un sábado normal».

El dinero que supuestamente deja en Cádiz las barbacoas parece ser ya otro mito. Desde un establecimiento regentado por una familia china en la Avenida, se aseguraba que las ventas se notan sobre todo en artículos de primera necesidad en la batalla de la brasa, como el hielo, los artículos de menaje de plástico o las bebidas energéticas.

Tras casi doce horas de diversión, La Victoria deberá reponerse hoy del desgaste que suponen los restos del carbón y los residuos de la fiesta. Ya el año pasado se batieron récords de celeridad en el trabajo de las cuadrillas y el Ayuntamiento pretende hacer este año lo propio para poner a punto la playa. A ello ha destinado un operativo compuesto por 300 personas, que participarán en la limpieza de la playa, el paseo marítimo y las calles aledañas desde las 6 de la madrugada.

A esa hora estaba previsto el inicio del desalojo de los módulos 2 al 4 de La Victoria. No obstante, durante toda la madrugada, la megafonía de la playa estuvo emitiendo mensajes de concienciación ambiental y uso respetuoso de los arenales. A medida que se fue llenando de personas, cobraron más relevancia las 5.000 bolsas de basura y los 2.500 ceniceros ecológicos repartidos por voluntarios de distintas asociaciones gaditanas, así como los vigilantes de seguridad apostados en cada una de las bajadas de la misma, para evitar altercados o, entre otras cosas, que los asistentes introdujeran en la arena muebles o enseres como ocurría hace años.

A falta de conocer el parte de incidencias de una noche muy larga para los efectivos sanitarios y policía, la normalidad debe regresar hoy a una capital acostumbrada a concentraciones muy superiores de personas.

Las Barbacoas del Trofeo llegaron a intentar entrar en el Guiness, y arrastraron a más de 250.000 personas allá por 2005. Casi una década después la cifra podría no alcanzar las 33.000 personas que se contabilizaron el pasado año.

Durante toda la noche han permanecido funcionando tres módulos de botiquín, cuatro ambulancias y varios quads, así como efectivos de la Brigada Provincial de Policía Judicial, la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco), o la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV), además del Grupo de Delincuencia Urbana de Guardia Civil, Policía Local y Cuerpo Nacional de Policía, que permanecieron atentos a los carteristas, la circulación del tráfico de entrada y salida a la ciudad, y en general a la seguridad de los asistentes.

En definitiva, las edición 2014 de las barbacoas podrían pasar a la historia de Cádiz como el epílogo de una fiesta venida a menos; una fiesta que ha quedado solo y casi exclusivamente para los más ‘jartibles’.