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Salvador del mundo

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Decía el personaje que interpretaba Jack Nicholson en esa gran película que es 'Mejor imposible' que lo que nos fastidia en la vida no es haberlo pasado de pena, sino que otros han vivido un sinfín de situaciones maravillosas y nosotros no. Quizá ustedes, que son buenas personas, filántropos que ceden el asiento en el autobús a las señoras y ayudan a los ancianos a cruzar la calle, no tengan ese impulso. Pero yo, desdichado pecador que caigo en seis de los siete pecados capitales (tampoco les voy a desvelar todas mis miserias), cuando hago inventario de las historias de mis amigos siempre enrojezco de envidia si alguno me cuenta uno de esos amores de juventud maravillosos, un atardecer sobre un lago que yo no he visto o una competición deportiva que ganó entre el clamor de un público entregado.

Sin embargo, soy yo quien envida cuando, si alguien habla de 'El club de los poetas muertos', levanto orgulloso la voz y digo: «yo tuve un profesor como ése, pero no en plan mariquita, que el mío fumaba Ducados y se daba un aire a Joaquín Sabina». Fue en San Vicente de Paul (que sí hombre, que saben donde está, al lado de Comisaría, junto al depósito de donde se llevaron los 300 kilos de farlopa) en donde, como un José Tomás de la enseñanza, mi maestro soltaba natural aquello de «rechinó en la vieja cancela mi llave; con agrio ruido abriose la puerta de hierro mohoso y, al cerrarse, grave golpeó el silencio de la tarde muerta». Y te preguntaba que qué pensabas de la lectura sin eufemismos, sin fórmulas tontas de la señorita Pepis. «Leche, el paso del tiempo, que ve que la vida era una mierda entonces y que lo es ahora, ¿es que vosotros no tenéis sentimientos?» te soltaba con 16 años; y claro, como un disparo de nieve te dabas cuenta de que ese fulano (Salvador a secas, sin el don, que el respeto ya se lo ganaba él demostrando que sabía más de la vida que las tontas series que veíamos en Tele Cinco) te estaba haciendo de guía en un mundo negro sobre blanco que superaba cualquier plan escolar carente de alma y cerebro. Hoy mi guía, mi capitán, no está en su mejor momento, pero todos los que le queremos esperamos también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.