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Despedida por comerse cinco cigalas

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El abogado de la dependienta de una pescadería de Jerez ha recurrido ante los tribunales para que declaren improcedente su despido, que la empresa justificó por la pérdida de confianza al haber sido sorprendida cuando se comía cinco cigalas.

La trabajadora L.R.M.P. fue despedida el pasado 17 de octubre de un hipermercado de Jerez tras haber sido captada por las cámaras de seguridad cuando se comía cinco cigalas en el mostrador de la pescadería, en su jornada laboral y de cara al público.

La carta de despido precisaba que la pescadera estaba comiendo marisco junto a otra compañera y, según las cámaras de seguridad, «al menos en dos ocasiones depositaron los desperdicios en la basura», aunque ella niega los hechos.

Dado que la normativa interna del hipermercado prohíbe consumir artículos fuera de las zonas habilitadas, aunque sean propiedad de quien lo hace, y que «está considerado un hurto consumir o llevarse artículos que no hayan sido abonados», la empresa consideró que los hechos implicaban una pérdida de la «imprescindible confianza que debe existir en una persona que ocupa un puesto en el cual tiene acceso directo a la mercancía».

Por ello, fue sancionada con despido disciplinario por falta muy grave, que la defensa de la trabajadora pretende que sea declarado improcedente.

En su demanda ante el juzgado de lo Social, el abogado Francisco Cabral destaca que su cliente llevaba trabajando en la pescadería del hipermercado desde 1998 y califica de «hecho vergonzoso que suscita la mayor de las perplejidades» que un empleado sea despedido por «un hecho tan intrascendente».

Francisco Cabral cree que el supuesto consumo de cinco cigalas es «un intento ilícito de justificar un despido a todas luces improcedente», e incluso en el supuesto de aceptar que la trabajadora se comió las cigalas «el probar una gamba o similar para detectar su punto óptimo es algo normal, como el hábito de un cocinero en su cocina para saber si el guiso va como debe».

«Lo lógico es probar el marisco para saber el punto de sal o su acertada cocción», según el abogado, quien considera que se trata de un caso distinto al del dependiente de juguetería que abandona su puesto de trabajo y se dirige a la charcutería para comer a escondidas.

Si las cosas fueran como pretende la empresa, «estaría justificado el despido de un camarero o cocinero de un bar que se come dos croquetas porque a lo mejor ese día tiene hambre», por lo que ha expresado su confianza de que «el juzgado reponga la legalidad y ponga las cosas en su sitio», según el abogado.